La capital salvadoreña vivía ayer un clima de fiesta, víspera de la ceremonia popular en que su figura más reverenciada, el asesinado arzobispo Óscar Arnulfo Romero, será elevada hoy a los altares como beato de la Iglesia católica.

Las principales vías de la capital están adornadas con imágenes de Romero que en distintos idiomas dan la bienvenida a los visitantes a San Salvador, sede de la beatificación.

Ayer amanecieron cerradas algunas de las principales arterias capitalinas que rodean la plaza Salvador del Mundo, donde una multitud de obreros instalaba toldos, tarimas, pantallas gigantes y sistemas de sonido para la fiesta de hoy.

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“Es el pastor que Dios nos mandó. No lo pude conocer porque ya lo habían matado cuando nací, pero yo lo veo (a Romero) como una esperanza de tiempos mejores para mi país, que sufre tanto con la violencia y la pobreza”, comentó Romeo Barquero, un estudiante de 23 años.

El ministro de Turismo, José Napoleón Duarte, dijo que esperan 285.000 personas en la ceremonia de beatificación, gran parte de los cuales llegaron del extranjero.

Desde ayer, 3.700 policías y soldados se encargaron de dar seguridad a la capital en espera de la beatificación.

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Muchos de los visitantes, salvadoreños y extranjeros, aprovecharon el clima festivo previo a la ceremonia para visitar los sitios históricos de Romero, recordado como “la voz de los sin voz” en un país marcado por las profundas desigualdades sociales y la violencia criminal.

Alrededor de la Catedral de esta capital, vendedores ofrecen recuerdos del religioso asesinado por elementos de la ultraderecha, que no toleró su clamor de justicia social y de poner fin a la represión. Por cinco dólares se puede comprar una camiseta con el rostro de Romero, un dólar por un afiche, dos o tres dólares alcanzan para un video.

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Otros visitantes se dirigen al llamado “hospitalito”, un centro de atención de pacientes con cáncer en cuya capilla Romero fue asesinado de un disparo en el pecho el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba una misa. (I)