La cuadra de las calles 10 y General Barona, entre Bolívar y Calderón, en Babahoyo, es el lugar en el que permanecen 31 betuneros agrupados en la Asociación Nueva Esperanza.
Antonio Andrade es uno de ellos, quien desde muy temprana edad aprendió este oficio con el cual ha mantenido a toda su familia.
Explica que en una pequeña caja de madera con tinta, bacerola, autobrillante y cepillo llega a las 08:00, de lunes a viernes, para lustrar zapatos.
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Refiere que por más de 29 años han pasado un sinnúmero de personas que se atienden.
Su inicio fue en las calles de Babahoyo a lo largo y ancho de la urbe. Cuenta que los colores negro, café, azul y rojo son los que prefieren los clientes para el calzado y mientras les da el servicio, ellos aprovechan el tiempo para leer el periódico o tomarse una pequeña siesta.
La buena atención, el servicio y la educación son la clave para recibir a diario aproximadamente 50 personas.
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De igual manera, Carlos Navarrete lleva más de 30 años en esta labor, a la que considera muy grata. A los 13 años ya lustraba zapatos y botas, trabajo que le ha permitido llevar el sustento a su hogar.
Comenta que esta ocupación es toda una tradición entre babahoyenses y extraños. La esquina en la que todos los días se instala la gente la conoce y es la única con este servicio que tiene Babahoyo.
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Desde niño a Carlos Montero, cliente frecuente, su padre lo llevaba de la mano para que le lustren los zapatos de la escuela. Recuerda a algunos de los betuneros que aún siguen con el servicio.
Con el pasar del tiempo, Montero continúa acudiendo todas las semanas al sector en mención y en ocasiones lo hace con hermanos y amigos. “No hay persona que no los conozca en esta ciudad”, recalca. (I)