El último electricista de Pablo Picasso, Pierre Le Guennec, y su esposa, Danielle, fueron este viernes condenados a dos años de cárcel exentos de cumplimiento por ocultación de obras robadas, pero sigue el misterio sobre cómo acabaron las 271 creaciones del artista malagueño en manos de la pareja.

El Tribunal de Grasse, en el sureste de Francia, dictaminó igualmente que la pareja de jubilados deberá devolver los 271 picassos a los herederos del artista.

Su destino definitivo depende aún de una posible apelación de la sentencia -que suspendería la devolución-, así como de las conclusiones técnicas del proceso civil en curso sobre esa cuestión, dijo a Efe uno de los abogados de los herederos, Jean-Jacques Neuer.

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Aunque partidario de recurrir el dictamen, el defensor de los septuagenarios Charles-Etienne Gudin no confirmó a Efe si lo haría, pues sus clientes "son personas mayores".

Para dictar sentencia, el tribunal no necesitó dilucidar cómo, cuándo y quién sustrajo las creaciones de Picasso (1881-1973), fechadas todas ellas entre 1900 y 1930, algunas raras y de gran valor, estimadas por los medios franceses en más de 60 millones de euros (68,3 millones de dólares).

Tras la vista celebrada el pasado 12 de febrero y los rotundos testimonios escuchados, los jueces consideraron simplemente que el electricista y su esposa se habían beneficiado de bienes robados a sabiendas de su origen ilícito.

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El hecho de si ellos mismos fueron o no los autores del robo era un dato secundario en este caso, puesto que ese delito ya ha prescrito, a diferencia del de receptación, por el que han sido condenados.

Los Le Guennec mantuvieron en todo momento que Jacqueline Picasso regaló al electricista de parte de su esposo, en 1971 o 1972, una caja con ese sorprendente contenido que les pareció de muy escaso valor, razón por la que, alegan, lo dejaron en su garaje durante años.

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Sin embargo, llegado el momento de organizar su herencia, pidieron cita en 2010 con la Picasso Administration para que autentificase su colección de dibujos, bocetos, litografías y collages. Terminaron siendo acusados de receptación por los herederos del artista.

Amigos y familiares de Picasso y Jacqueline rechazaron al unísono en la vista la posibilidad de que ellos hubiesen podido regalar tal cantidad de obras, muchas de ellas pertenecientes a momentos claves de la carrera de artista y otras de eventos muy importantes de su vida. Todas, además, sin firmar ni dedicar.

Lo corroboraron eminentes expertos en la obra del maestro malagueño, como las exdirectoras de los museos Picasso de Barcelona y de París, María Teresa Ocaña y Anne Baldassari, respectivamente.

El abogado de los acusados dijo a Efe, antes de conocer la sentencia, que no había prueba "de un robo inicial", lo que le hacía albergar esperanzas.

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Aludió a la jurisprudencia sentada por un caso similar, en el que el Tribunal Supremo estipuló que "la ocultación es una infracción de consecuencia, y el robo tiene que haber sido cometido por otra persona".

Ese detalle no ha sido tenido en cuenta por el Tribunal de Grasse, localidad del sureste francés próxima al lugar donde Pablo y Jacqueline Picasso vivieron sus últimos años y donde se supone que el robo tuvo lugar.(I)