Un Jesucristo con el manpe tsanpá (la vestimenta típica del hombre tsáchila), la Virgen de El Cisne con la chumbillina femenina (corte de tela rectangular similar a una falda) y un cuadro que representa a la Kasama (fiesta del Año Nuevo) son parte de las figuras que están en una iglesia de la comunidad Chigüilpe, de Santo Domingo, ubicada a la altura del km 7 de la vía a Quevedo.

Allí acuden los tsáchilas de varias comunas, quienes practican su fe cristiana. Esta parroquia eclesiástica se llama Cristo Luz del Mundo. Aquí hay una especie de fusión entre el catolicismo y las tradiciones ancestrales de esta nacionalidad.

El párroco del lugar, Jorge Torres, dice que en las prédicas y oraciones para los feligreses se habla también en tsafiqui, el idioma de los tsáchilas.

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El altar tiene en el centro un cuadro que retrata a la Kasama, que se realiza cada sábado de gloria y que es el inicio de año para los tsáchilas. Esta pintura muestra a un Jesús con rasgos indígenas en ascensión, quien es adorado por tsáchilas del tiempo de la colonia, acompañados de españoles.

Al lado izquierdo de esta obra reposa un Cristo con el manpe tsanpá, la vestimenta negra con rayas blancas de los varones. Al otro extremo se encuentra la patrona de la parroquia, la Virgen de El Cisne, con la falda.

“Con estas representaciones se indica que Jesús vino para todos”, dice Torres.

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La estructura de la iglesia es octagonal (de ocho lados). En cada pared está escrito y colgado el nombre de las siete comunas de la zona: Chigüilpe, Colorados del Búa, Cóngoma, Otongo Mapalí, Los Naranjos, Peripa y El Poste. Su realizador fue el padre Hugo Araujo.

“De esta manera se quiso representar la unidad de la nacionalidad en la fe católica”, agrega el párroco Torres.

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Segundo Calazacón, presidente de los priostes de la parroquia, cuenta que en su cosmovisión los tsáchilas desde sus ancestros siempre creyeron en la existencia de un dios, como Pipoa (dios del sol que permite que la naturaleza dé sus frutos para sobrevivir). “Hay relación entre la religión católica y nuestras costumbres. Nuestros antepasados sabían que había un dios, pero no lo conocían”.

Las misas se dan entre semana y los domingos. Para Torres, esta es su segunda experiencia de interculturalidad, ya que antes compartió con el pueblo afro en la coop. Pablo Neruda, en el sur de Guayaquil. (F)