Cuando un terremoto destruyó buena parte de la capital haitiana sucedió algo llamativo: muchos de los edificios más señoriales seguían de pie. Las “casas de jengibre” extravagantemente adornadas conservaban sus elegantes persianas, torres y cornisas.

Mientras que los edificios de cemento fueron destruidos por el sismo de siete grados de magnitud, estas pintorescas estructuras sobrevivieron casi intactas por la flexibilidad de sus estructuras de madera.

Ahora artesanos locales que trabajan para la Fundación Conocimientos y Libertad, una organización haitiana sin fines de lucro, conocida por sus iniciales Fokal, están aprendiendo el arte de restaurar estas viviendas.

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La presidenta de la organización, la ex primera ministra Michele Pierre-Louis dijo que en Puerto Príncipe sobreviven unas 200 casas de jengibre que son una parte importante de la identidad nacional.

El diseño ‘jengibre’ nació cuando tres jóvenes haitianos estudiaron arquitectura en París en 1895 y se enamoraron del estilo de las viviendas de centros turísticos.

A su regreso, trataron de adaptar ese estilo al clima del Caribe y crearon una escuela arquitectónica propia de Haití, caracterizada por estampados decorativos en las puertas, azulejos trabajados en amplios porches y techos y ventanas altos para que corra la brisa.

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La construcción de esas viviendas se suspendió en 1925, cuando se prohibió el uso de madera en los nuevos edificios para evitar incendios en Puerto Príncipe.

El mejor ejemplo de este tipo de estructuras creadas con jengibre es el Hotel Oloffson, una mansión del siglo XIX donde transcurre buena parte del libro del escritor Graham Greene Los comediantes, una novela sobre Haití en tiempos de la dictadura de Papa Doc Duvalier. (I)