La tradicional recreación del pesebre, representado por el Niño Jesús, san José, la Virgen María, acompañados del burro y el buey, tuvo su origen hace ocho siglos. Este montaje fue creado por el religioso san Francisco de Asís en el siglo XIII y se mantiene hasta la actualidad, aunque según el historiador ecuatoriano Rodolfo Pérez Pimentel, el árbol de Navidad le ha quitado protagonismo.

Para el sacerdote franciscano Ernesto Echeverría, párroco de la iglesia de San Francisco, en Guayaquil, el santo quería celebrar esta fecha de gran importancia para los cristianos viendo el escenario en el que el Hijo de Dios nació, pobre y humilde en Belén, basándose en los evangelios.

“(Francisco) tenía un amigo cerca de Greccio (Italia) llamado Juan, y quince días antes de la fecha (la noche del 24) le encargó que arreglara todo para celebrar la Nochebuena en una cueva”, menciona el padre.

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San Francisco invitó a los frailes y a la gente de la región a participar de esta celebración, previamente autorizada por el Vaticano. En el lugar hizo que pusieran heno y trajeran un buey y un burro para representar el escenario en el que nació Jesús, comenta el religioso.

“Se cuenta que ese hombre piadoso tuvo una especie de visión: que el Niño yacía en el pesebre en medio del sopor del sueño y cuando Francisco lo tomó, se despertó. Ese fue el signo para que el Niño Jesús, que había sido olvidado durante siglos, nuevamente despertara en el corazón de los fieles”, agrega.

Con el paso del tiempo se convirtió en una tradición en las iglesias de distintas órdenes religiosas y en Ecuador llegó con la colonización española.

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“En la era republicana todo empezó a hacerse laico. En las casas, las familias comenzaron a tomar ciertas cosas (entre ellas hacer el pesebre) que antes solo eran privilegios de las iglesias”, refiere Pérez Pimentel, quien agrega que, al inicio, en Ecuador hubo dos tendencias: en la Sierra, las figuras se hacían de barro, y en la Costa, de madera. Luego vinieron otras de porcelana o cristal, refiere. (I)