“Hace 60 años, cuando empecé a explorar el océano, nadie imaginaba que podíamos hacer algo que lo perjudicara. En ese entonces parecía el mar de Edén, pero ahora nos enfrentamos a un paraíso perdido”, afirma la más importante oceanógrafa de Estados Unidos, Sylvia Earle, en el documental Mission Blue, que hace un recuento de su vida como bióloga marina exploradora de National Geographic, científica y activista.

Su ‘misión azul’ es lograr que se declaren ‘Hope Spots’ (puntos de esperanza) en los océanos. Estos son áreas que están en buen estado, pero en riesgo. “Solo el 1 % del océano está totalmente protegido globalmente, mientras que el 12 % de la tierra de todo el mundo ahora está bajo protección” –argumenta Earle– gracias a la instauración de redes y áreas protegidas.

Su misión y su trayectoria la hicieron merecedora de uno de los premios que el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente entregó en noviembre pasado, en su concurso Campeones por la Tierra, mediante el cual reconoce a líderes e innovadores en este campo.

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En 1964, Silvya Earle hizo su primera exploración científica oficial. Pero fue luego de liderar Tektitte II, una expedición con cuatro mujeres en las Islas Vírgenes, en el Mar Caribe, que se convirtió en una celebridad de la oceanografía mundial.

Su pasión marina, que acumula más de 7.000 horas bajo el agua, se remonta a su infancia. “Mi patio trasero era el Golfo de México. Ahí fue donde me enamoré del océano. Podía verlo, oírlo, olerlo, tocarlo...”, recuerda en el documental que este año estrenó Netflix y en el que Earle muestra la situación de los océanos, detalla los daños irreparables que les causan la polución, la pesca extensiva, la acidificación, y explica cómo este impacto devastador afecta la vida en todo el planeta.

“Sin océano, no hay vida. Sin océano, no existimos”, asegura Earle, quien en 1990 fue nombrada como la jefa de científicos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, en inglés). Renunció cuando la industria pesquera vio en ella un obstáculo para su actividad y le fue impedido hablar de situaciones como las drásticas disminuciones de poblaciones como la del atún azul (solo en el Atlántico norte queda el 5 % de la población de 1950).

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Pero ganó independencia para promover la conservación de todos los océanos. También lo ha hecho desde la teoría publicando libros como El mundo es azul: cómo nuestro destino y el del océano es uno (2009). Ella ha evidenciado que “el océano se está muriendo” y a sus 79 años no solo sigue buceando, sino luchando para salvarlo. (I)