Me uno a la danza gloriosa de la vida.

Danza
La luz del sol titila sobre la superficie de un lago azul. Las sombras juegan sobre una pared. Los vientos susurran por los bosques de pinos. Hasta las calles llenas de gente tienen un ritmo peculiar. La vida entera es una danza, la coreografía perfecta del Espíritu.

Con gozo y deleite, participo en el hermoso fluir melódico de la creación. Al dirigir mi atención al Espíritu morador, siento el ritmo subyacente de todo lo que vive. Este mismo ritmo divino está en mi corazón y en mi respiración.

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Y, cuando este tiempo cambia en lo externo, permanezco a tono con mi música interna, mi guía divina. En sincronía con el Espíritu, tomo mi lugar en la danza de la vida.

Salmo 87:7
Y los que cantan y los que bailan dicen “Mi hogar está en ti”.