En nuestro país, como en otras naciones del mundo, el uso del refrán está presente en el diálogo cotidiano y no es exclusivo de un grupo social sino que todos lo emplean en el momento oportuno.

Breve, sencillo pero lleno de lecciones que perduran, el refrán ecuatoriano tiene una simpática historia que viene desde lejanas épocas.

La esencia de su enseñanza continúa, aunque se presenten ligeras variaciones de una región a otra.

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Folclorólogos, lingüistas, etcétera, han recopilado incontables refranes de sabroso contenido que educan y entretienen a pesar de su corta extensión.

Eso se confirma en los libros de Justino Cornejo Vizcaíno, riosense; Darío Guevara, tungurahuense; Franklin Barriga, cotopaxense; Manuel Antón Vélez, manabita; y Wilman Ordóñez, Robespierre Rivas y Alberto Guzmán Rodríguez, guayasenses, entre otros textos que incluso tienen las debidas interpretaciones. Recordemos algunos de ellos:

- Hierba mala nunca muere.

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- Bueno es culantro pero no tanto.

- En casa del jabonero, el que no cae, resbala.

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- Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón.

- Por dinero baila el perro y por el oro perro y perra.

- El que mucho abarca poco aprieta.

- El hijo del hombre honrado primero roto que remendado.

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- El que da pan a perro ajeno pierde el pan y pierde el perro.

- El hábito no hace al monje.

- Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.

Fuente: Folclore ecuatoriano, de Germán Arteta Vargas; y Folclore de Ecuador, de Franklin Barriga López.