“Recio, formidable, se hunde profundamente en el agro con sus raíces semejantes a garras. Sus troncos múltiples, gruesos y fornidos como torsos de toro padre, se curvan en fantásticas posturas, mientras sus ramas rescatan dibujos absurdos contra el aire asoleado o bañado de luz de luna, y sus ramas tintinean al viento del sudeste...”.

El árbol mencionado en el fragmento es el matapalo, símbolo del montubio ecuatoriano y representado por los Sangurimas, indómita familia del agro costeño que el escritor José dela Cuadra (1903-1941) describió magistralmente en el relato.

El escritor guayaquileño borda un texto con elementos clásicos sobre venganza, violencia y muerte, incluyendo magia, realismo y otras características que nutren la imagenería mítica del montuvio.

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Ese mundo está simbolizado en la hacienda La Hondura, feudo personal de Nicasio Sangurima, patriarca todopoderoso de la familia y amo y señor de la región, y su corte son sus hijos y sus nietos, los Rugeles.

Obra en la que se entroncan en el tiempo con otra familia, los Buendías, pues parece que los Sangurimas son un antecedente de estos, y en el fondo simbolizan la huella de una estirpe que respira libertad.