“Como linda y como bella la quisiera ver pasar por un puente de cristal y un pasamano de estrellas, porque aunque te subas al cielo y te sientes junto a Dios, los santos no te han de querer como te puedo querer yo”. Fue el amorfino que escuchó María Esther Chele en el Museo de Portoviejo.

Ella, junto con su madre, María Esther Pilay, integran una de las decenas de visitantes que acuden a diario a esa institución para ser partícipes de un recorrido por las tradiciones de Manabí y el conocimiento de la historia universal.

Recorrer tres pisos en el Museo de Portoviejo y el Archivo Histórico de Manabí no tiene nada de aburrido. En unos 90 minutos se puede conocer desde la historia de la confección del sombrero de paja toquilla, indagar sobre la figura de Ernesto Che Guevara, e incluso escuchar los hechos que hicieron noticia en el siglo XX.

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Carlos Wellington es uno de los colaboradores de este centro cultural. Allí él muestra y habla desde los detalles iconoclastas de artistas plásticos hasta los hallazgos arqueológicos de la cultura Manteña, especialmente del señorío Jocay.

El tiempo queda corto cuando se tiene como guía a quien incluso da paso a amorfinos. Antes de presentar una nueva colección, este anfitrión declama un nuevo poema del folclore montubio.

Valeria Pilay se quedó muy asombrada con el recorrido. Afirmó que estos ya no se escuchan en boca de caballeros y se vio muy complacida con que al menos en ese sitio se sigan cultivando las tradiciones.

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“Y qué es esa guitarra que no tiene el círculo abierto en el centro”, replicó en medio del recorrido Valeria Pilay. Wellington, quien estaba a cargo de las exposiciones, le respondió que era una vihuela, que junto con el tambor hecho con cuero de saíno y la flauta de caña dulce fueron los instrumentos que usaban los ancestros para entonar las músicas montubias.

Según el facilitador del recorrido, la intención además de mostrar hechos nacionales y universales es dar a conocer las historias y tradiciones manabitas, de la forma como los abuelos enamoraban con amorfinos.

Hay jóvenes que han venido con una actitud seria, porque ellos creen que esto es aburrido, pero luego piden que les enseñen los versos para las damas.Carlos Wellington, guía del museo