El papa Francisco encabezó ayer el cierre de un encuentro de obispos católicos que dejó en evidencia profundas divisiones en torno a asuntos como la homosexualidad y el divorcio, y dijo que la Iglesia no debería temerle a los cambios ni a los nuevos desafíos.

Francisco, que ha dicho que desea una Iglesia católica más compasiva y menos rígida, hizo estos comentarios durante un sermón ante 70.000 personas en la plaza de San Pedro, al cierre de la asamblea de dos semanas, conocida como sínodo.

Las sesiones de debate terminaron el sábado por la noche con la divulgación de un documento final que revirtió una posición inicial de aceptación a los homosexuales, una iniciativa que habría sido histórica para la Iglesia católica y cuyo resultado fue considerado por algunos progresistas como un revés para el pontífice.

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Después de que un borrador del documento final del sínodo fuera publicado el lunes pasado, obispos conservadores intentaron cambiar las referencias a las personas homosexuales, a la vida en pareja fuera del matrimonio y al divorcio, diciendo que generarían confusión entre los fieles y amenazarían con socavar a la familia tradicional.

“Dios no le teme a las cosas nuevas. Esa es la razón por la que nos sorprende continuamente, abriendo nuestros corazones y guiándonos de maneras inesperadas”, declaró.

El papa dijo que la Iglesia tenía que “responder con valentía a cualquier desafío que surja”.