Una gran masa de cemento, la ciudad de Sao Paulo se convierte en un inmenso atelier del siglo XXI para los pintores callejeros de Brasil, como Eduardo Kobra, que a los 36 años, según sus palabras, es un "privilegiado" por quebrar el gris inerte, y llenar los blancos de los muros urbanos con los colores vibrantes de sus pinceles y aerosoles.

"La verdad es que me siento un privilegiado por pintar en la calle. El mayor museo es la calle, a cielo abierto, para que accedan al arte que todas las personas, pobres o ricos", cuenta Kobra durante una entrevista con Efe en su taller en Sao Paulo.

Las nuevas voces del arte de Brasil incluyen a lo que llama segunda generación de "grafiteros", muchos de los cuales son destacados nombres del arte popular, convocados por las grandes galerías nacionales e internacionales, como el caso de Kobra o de los hermanos Os Gemeos.

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Kobra entiende como una evolución que las señoras y señores más conservadores de los barrios ahora no llamen más a la policía cuando los jóvenes, aerosol en mano, pintan un mural.

Cuando era adolescente, este pintor autodidacta nacido en el barrio de Campo Limpo, en las barriadas de la periferia, fue detenido tres veces por sus grafitis, que estaban vinculados al hip hop y la resistencia cultural.

Las primeras referencias fueron las fotografías en revistas alternativas sobre los grafitis en los vagones del metro de Nueva York en la década de los ochenta.

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Ahora esa situación en la que el arte de la calle se observaba como marginal ha cambiado, sobre todo para él, que recibe encargos de su arte pop desde todo el mundo, e incluso -asegura- de los jefes de la policía, famosa por perseguir a los grafiteros.

"Hasta fui contratado para pintar en la sala de dos comisarios", recuerda con humor sobre la nueva realidad del muralismo.

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Pero no todos son Kobra. Existen tres niveles de comunicación visual popular en las calles de la mayor urbe sudamericana. El llamado "pichador", que es el que apenas usa aerosol para escribir su nombre o su barrio; el grafitero, que realiza dibujos más trabajados sin permiso, y el muralista, con autorización para trabajar su arte urbano.

Su relación con el arte tiene que ver con las calles. "Entré a una galería cuando tenía 28 años", cuenta en su taller ubicado en Vila Madalena, barrio bohemio de Sao Paulo cuyas paredes forman parte del gran museo al aire libre del que habla.

Presente en murales y en dibujos 3D en varios países como Estados Unidos, Inglaterra, Francia, México y Grecia y con pedidos de más de una decena de naciones, Kobra ha conseguido aliviar el dominio de los muros de concreto de Sao Paulo, donde rige la ley de la ciudad limpia, que impide grandes carteles publicitarios en los edificios.

Así, en uno de los extremos de la Avenida Paulista, Kobra dejó un mural para el cual gastó 5.000 dólares en pinturas durante un mes un homenaje a Oscar Niemeyer, el mayor arquitecto brasileño famoso por sus curvas y diseñador de la capital, Brasilia.

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La presencia de Kobra también incluye murales que apelan a la memoria de Sao Paulo con dibujos y pinturas de inicios del siglo XX en base a fotografías de la época y al movimiento ambientalista.

A este último lo bautizó como "Green Pincel", donde objeta en sus obras las corridas de toros, la matanza de ballenas en Japón y Dinamarca y las obras de infraestructura en la selva amazónica.

Este brasileño que incluye figuras geométricas de colores en medio de los rostros de sus homenajeados no lo ha hecho, no obstante, en el mural de la Avenida Helio Pellegrino de Sao Paulo, donde el homenajeado es "El Divino" Paulo Roberto Falcao, gritando su gol en España 1982 en la derrota 2-3 y eliminación ante Italia.

Kobra se declara admirador del grafitero y artista visual inglés Bansky, gran inspirador de la generación de brasileños de las periferias que con el aerosol en las calles han universalizado la narrativa de la pintura y entrado, por la puerta grande, a las galerías.

El artista se abre camino en una ciudad colmada por el tránsito: en caso de atasco mientras se está en el automóvil o en el autobús, nada mejor que buscar en los murales el nuevo pulso artístico de la metrópoli.