Desde la adolescencia, Ariruma Kowii entendió que la permanencia del quichua es una constante lucha política. Crítico de la sociedad, entendió también que este sistema se ha especializado en anular las lenguas indígenas a pesar de que la lengua consta en la Constitución ecuatoriana y las leyes, pero su aprendizaje es limitado.

Por ese motivo, desde que era pequeño escribía su nombre en quichua, como una forma de resistencia. Sus preguntas siempre giraban sobre la enseñanza de la lengua y la escritura: ¿Por qué si nuestra lengua es el quichua tenemos nombres en español?, se interrogaba.

Ariruma Kowii (nombre tomado del mito que habla sobre el árbol de la paz) nació el 4 de agosto de 1961 en Otavalo (Imbabura). De su niñez recuerda su función de mediador entre sus compañeros indígenas y mestizos. Buscaba que se lleven bien en una época en la que el prejuicio en contra de los indígenas y los niños del campo era mucho más marcado. “Yo tenía la ventaja de llevarme bien con todos, eso me permitía influir”, recuerda Ariruma.

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En el colegio se vinculó al grupo Obraje y al taller cultural Causanacunchic. El teatro, la música y sus inclinaciones políticas para reivindicar la dignidad del pueblo indígena surgían en su trabajo como poeta. Mientras organizaba talleres y actividades, lo acompañaban sus constantes preguntas: ¿por qué a todo lo indígena se le llama folclore y a todo lo no indígena, arte?

En la década del ochenta llegó a Quito para apoyar la campaña de alfabetización como investigador y promotor para formar a los alfabetizadores y aprovechó para terminar los estudios del colegio y luego continuar con la carrera de Ciencias Políticas y Derecho en la Universidad Central. Posteriormente, realizó una maestría y un doctorado en Estudios de la Cultura en la Universidad Andina Simón Bolívar, institución en la que ahora es docente y dirige el Área de Letras.

Su primer poemario, Mutsuktsurin, escrito en su totalidad en quichua, publicado en 1988, marcó su propia poética en esta lengua. Después, en 1993, escribió su segundo poemario, Tsaitsik, poemas para reconstruir el futuro.

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Su obra no se limita a la poesía. Su contribución es también en investigaciones sobre la interculturalidad y en la elaboración de un diccionario de nombres indígenas que es usado como fuente del Registro Civil para inscribir a un recién nacido con nombres indígenas. Cuando ocupó el cargo de subsecretario de Diálogo Intercultural en el Ministerio de Educación, hace cuatro años, logró reeditar el diccionario de quichua-español para promover su estudio en las escuelas. Su literatura –lo reconoce– ha nacido de una necesidad de escribir y como una forma de desahogo, a veces para conflictuarse o motivarse.

La oralidad fue uno de los mecanismos para entender a la poesía indígena. Cuenta que antes, cuando alguien moría, las mujeres mayores lloraban y su llanto era una narración cantada, con una melodía y métrica iban narrando toda la vida del difunto. Eso le atraía y esas cortas narraciones las transcribía, las estudiaba y eran el modelo para su trabajo.

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Sus versos

Nos enseñaron a amar y proteger la allpa mama: Toma lo justo lo necesario solamente siembra en cada espacio abandonado cosecha y siembra nuevamente!

Allpa mama es tu madre nosotros somos naturaleza nosotros somos sus hijos si amas la vida, debes aprender a amarla y protegerla...!
–nos decían–
Fragmento del poema 8,Tsaitsik

Tengo miedo que tus ojos sean noche que tu voz sea silencio que tus palabras viertan olvido que otro viento te envuelva en su capullo que otra aurora bañe tu mirada que el calor, la luz el llanto de mis ojos abracen con color la dura roca de tu olvido que otras manos destruyan mi tierra y mis tejidos que de mi cuerpo vueles y anides en otro cielo.
Poema 5

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