Unas furtivas lágrimas resbalaron por las mejillas de Sofía Loren. Se le escaparon con un suspiro al evocar muy conmovida, durante su clase magistral en Cannes, el cartel donde aparece Marcello Mastroianni en aquella película que ni Sofía ni ningún cinéfilo han podido olvidar: Matrimonio a la italiana.

Han transcurrido 50 años desde entonces. En el cartel, el nombre del director, Vittorio de Sica, completa el trío más fecundo de la comedia italiana contemporánea. Las palabras de la diva, elegante y contenida, deslumbrante en su vestido de color champán, siguieron a los gestos: “Esta película la llevo en el corazón”. Con la voz entrecortada volvió a recordar a Marcello: “Mi gran amigo, mi gran amor en el cine”.

Antes de empezar su clase de cine e interpretación, Loren habló en primera persona de su vida. Y el silencio se apoderó de la sala: “Cuando era pequeña, con mi madre y mi hermana, no teníamos dinero. Ni siquiera para comer. Recuerdo mis comienzos en Roma como una de las épocas más tristes de mi vida. No conocía a nadie. Ahí estaba mi padre, en realidad, no sé dónde estaba, porque no lo veíamos mucho”.

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Al evocar los primeros pasos, tuvo un recuerdo muy especial para De Sica: “De Sica me dijo que en su filme El oro de Nápoles había un papel de pizzaiola que se llamaba como yo y era para mí. Yo le respondí que en las audiciones no solían elegirme a mí porque era demasiado tímida y no se me oía”. Pero De Sica la escuchó y fue el inicio de una relación mítica en la historia del cine que los llevó a rodar juntos catorce películas inolvidables a lo largo de 20 años.

Anna Magnani, otro mito del celuloide, también salió a colación cuando Loren explicó que rechazó el ofrecimiento de protagonizar Dos mujeres que le hizo De Sica con un altanero “¿por qué no se lo pides a Sofía Loren?”. De Sica le hizo caso y la Magnani le dio la oportunidad así a Sofía Loren de ganar el Óscar a la mejor actriz.

El repaso biográfico de esta leyenda viva del cine, que cumplirá 80 años en septiembre, tuvo también su momento de sonrojo cuando volvió a ver sus pasos de flamenco en Orgullo y pasión. “¡Qué vergüenza!”, se le escapó.