Cuando el “mellizo” de Paco de Lucía, Pepe, vio la portada del que es ya el disco póstumo de su hermano, Canción andaluza, se echó a llorar.

Pepe de Lucía nació en 1945 y Paco dos años después. Con él conectó de una forma tan absoluta que se consideraba su “mellizo”, relata emocionado.

“He perdido más hermanos –Ramón de Algeciras y María Lucía–, pero él era mi hermanillo, con el que he compartido toda una vida. Él estaba todo el día con la guitarra, siempre estudiando”, rememora.

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Es que el patriarca, Antonio Sánchez, puso a Paco la guitarra en la mano el mismo día en el que le estaba enseñando a su vástago Antonio una falseta. “Llegó Paco y le dijo eso lo hago yo”. Y lo hizo. Y se quedaron todos “muertos”. Así empezó la leyenda de Paco, un profeta, sostiene Pepe, “que vino de otra galaxia y se fue para otra galaxia hace dos meses”, tras sufrir un infarto en México.

“Me dicen que no cuente tanta historia de que estoy tan sentío por dentro, pero hay cosas que no se pueden remediar. Hablar de mi hermano es como hablar de mi propia vida”, recalca. Porque, argumenta, además de irse su hermano, se ha ido su inspiración, su consejero, su amigo, y su palabra, afirma, era ley, tanto que “toda la profesión” se fiaba de su criterio.

El que hace el disco número 27 de Paco de Lucía, presentado recientemente en Madrid, se fraguó en un tiempo largo, porque quería hacerlo bien y porque quería mucho a su madre, a su tierra y a la copla. Aunque no viera el resultado final de Canción andaluza, afirma, está seguro de que lo que dejó hecho le satisfizo porque “como a él no le gustara algo, como no estuviera conforme con lo mínimo, el disco no estaba entregado”.

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Su hermano no solo tocaba la guitarra “como nadie , sino que cantaba a rabiar de bien, y afinaba y matizaba los cantes de una manera... como un viejo del siglo de oro de la época del flamenco”. La fotografía de la portada, que le hizo su mujer, Gabriela Canseco, en la que aparece con guitarra, sombrero y pañuelo, refleja cómo era él.

“Es una foto muy surrealista, como él, natural y entregándose a su tierra, a su pasado. Por eso, él siempre estaba reflejándose en aquellos tiempos, aparte de que Paco nunca fue de arreglarse mucho”. La primera vez que la vio, confiesa, lloró.