El colombiano Jaime Abello, director general de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), es el hombre lúcido, sencillo, amante del baile y la cultura caribeña que tiene la misión de preservar y expandir el legado del fallecido Nobel de Literatura.

García Márquez se encontró por primera vez con Abello en 1983 y once años después le propuso dirigir la FNPI, que nació en 1995 en Cartagena de Indias con la noble misión de estimular la excelencia y promover un nuevo periodismo en Iberoamérica.

Desde entonces Abello no ha dado tregua para convertir la Fundación en una gran escuela, en una institución sin ánimo de lucro económicamente sostenible y sobre todo en un referente para el periodismo independiente y bien hecho.

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Prueba de ello es que en su junta directiva están periodistas de gran talla como el estadounidense Jon Lee Anderson o el francés Jean-Franois Fogel.

Su último logro han sido los Premios de Periodismo Gabriel García Márquez, cuya primera edición se celebró el año pasado y son herederos de los que la propia FNPI empezó a conceder en 1996 en México bajo el patrocinio de Cemex.

Pero ahora, además de llevar el nombre del Nobel, incluyen dos nuevas categorías: Excelencia e Innovación, únicas en el mundo.

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El cine, el nexo con el Nobel

Nacido el 16 de julio de 1958 en la caribeña Barranquilla, la misma ciudad donde García Márquez se estrenó como periodista, Abello estudió Derecho, una profesión que nunca ejerció porque desde joven se interesó por el cine, lo que le llevó a crear una cinemateca y a conocer a Gabo, como cariñosamente siempre llama el director de la FNPI al que considera su "gran maestro".

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Se encontraron por primera vez en Barranquilla en 1983, cuando el Nobel apoyaba al Gobierno de Belisario Betancur a promover el cine y Abello trabajaba en la Cámara de Comercio de esa ciudad.

Esa pasión compartida por el cine les unió para siempre, pero hubo otros valores que engatusaron al genio de Aracataca.

"Tal vez que yo fuera un poco irreverente le gustó de mí. Me regaló un ejemplar de El general en su laberinto con la dedicatoria 'Para Jaime, de su jefe que no manda'", detalló, al aclarar cómo le dio toda su confianza: "quería alguien en quien confiar porque no le interesaba complicarse la vida ni apartarse de escribir".

Y también le advirtió: "nunca me metas en problemas", pero, según Abello, "lo bueno es que le hemos dado satisfacciones hasta el final".

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Gabo y Jaime tuvieron más cosas en común, su pasión por el Caribe colombiano, por sus locas historias, su música, sus fiestas, por esa idiosincrasia que ayudó al genio a construir Macondo, una metáfora de su Aracataca natal y al tiempo un retrato vivo de América Latina, en definitiva, el origen del "realismo mágico".

Bailar, beber whisky, conversar sobre periodismo, literatura, cine y política, y sobre todo "mamar gallo", una expresión muy colombiana que significa gastar bromas, formaron parte de ese mundo mágico que Gabo y Jaime compartieron durante años.

Pero ante todo el compromiso de cumplir una misión: "estar vivos, inculcar pasión, estimular vocaciones, entrenar a los periodistas para que con las herramientas digitales sean servidores públicos, plantear nuevos referentes éticos, estimular con los premios" y fomentar la excelencia del que Gabo llamó "el mejor oficio del mundo".

Masiva formación

Cientos de talleres en estos casi 20 años han dado como resultado que representantes de dos generaciones de periodistas latinoamericanos hayan sacado adelante proyectos independientes, estén entre los mejores cronistas del continente o hayan ganado uno de los premios más prestigiosos del mundo.

"Nacimos con una idea romántica y nostálgica, con las ganas de impulsar un periodismo bien hecho, de contar historias y García Márquez hizo énfasis en que éste era un proyecto para América Latina porque todo periodismo es investigativo y el deber del periodista es atrapar al lector", indicó.

En ese sentido, Abello aprendió de Gabo a ser visionario. Y es que el Nobel alertó en la década de los noventa de que la tecnología se iba a intentar apropiar de la profesión, también "advirtió contra la instantaneidad" y que "verificar y profundizar es una de las formas más nobles del periodismo".

Para hacer sostenible la FNPI, su director ha encontrado apoyo económico en organismos internacionales, empresas privadas y gobiernos, y para recibir esos fondos solo pone una condición: no inmiscuirse en los contenidos y respetar la independencia.

"No soy más que un pupilo de García Márquez, sólo quiero ser el mejor alumno de un maestro de la vida, del periodismo y de una gran persona", confesó entre risas, el guardián del legado.

Por ello prometió: "no vamos a meterle en problemas ni después de muerto; vamos a seguir creciendo, trabajando igual, con autonomía y claridad en la misión".