Se la encuentra en el bosque seco, cobijada en los troncos de especies como el ceibo, cascol, algarrobo, guayacán, pechiche o el pijío, aquel árbol autóctono y en peligro de extinción en el que anida otra subespecie endémica de la ciudad, el papagayo de Guayaquil (Ara Ambigua Guayaquilensis).

Ecuador, declarado País de las Orquídeas mediante el Acuerdo Ministerial Nº 20130186-A del Ministerio de Turismo el 31 octubre del año pasado, alberga 4.200 de estas plantas, de las cuales se estima que 1.400 son endémicas. La Encyclia Angustiloba Schltr es una de ellas.

De su anatomía, en esta época del año solo se divisa su pseudobulbo, estructura en la que durante el verano acumula agua y nutrientes para sobrevivir. Para que florezca habrá que esperar hasta octubre o enero, tiempo en el que sus pétalos café rojizos cobran vida.

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El ser endémica de las provincias del Guayas y Manabí y estar en peligro crítico fueron los factores considerados por la Asociación Ecuatoriana de Orquideología (a la que pertenece el Jardín Botánico de Guayaquil) para nominarla flor emblemática de la ciudad.

La propuesta fue acogida por la dirección municipal de Turismo y Promoción Cívica y aprobada el pasado 3 de abril por el Concejo.

A criterio de Jame Pérez, biólogo y director del Jardín Botánico, esta medida impulsará su conservación y la del ecosistema y podría fomentar el ecoturismo de orquídeas.

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Pérez indica que la Encyclia Angustiloba, también llamada suelda con suelda o nido de gallinazo, atrae por su dulce fragancia a los insectos que la polinizan. Luego se forma un fruto (o cápsula) que contiene miles de semillas que se liberan con el viento. Si aterrizan en un lugar que cuente con las condiciones ideales de humedad, temperatura y la presencia de un hongo del género Rhizoctonia, logrará reproducirse.

En Guayaquil lo hace en los cerros El Paraíso, Blanco, Azul y Colorado. También se la ha visto en la zona central de la isla Santay. Son estos ambientes en los que durante sus investigaciones de campo, Pérez ha corroborado la existencia de esta especie, que fue por primera vez registrada por el español Juan Tafalla en el libro Flora Huayaquilensis.

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A la expedición que se desarrolló entre 1799 y 1808 la acompañó el quiteño Javier Cortés, quien pintó en acuarela cada especie de flora con la que se topaban en el camino.

Breves datos de esta orquídea epifita aparecen en textos como el Libro rojo de las plantas endémicas del Ecuador (2011), en el que se le atribuye su grado de amenaza, pero hacen falta registros sobre su estado de conservación actual.

“En peligro crítico de extinción. Su primer registro fue en los alrededores de Guayaquil, donde probablemente está extinta en la actualidad (...)”, reza parte del comentario descrito en esta obra, de la que Renato Valencia, profesor de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, es uno de sus seis editores.

Él dice que si se la ha visto, el problema es que no se ha documentado dicho avistamiento. “Es lógico que podría encontrarse en áreas que están protegidas y donde todavía hay vegetación natural”. Agrega que sería viable cambiarla a la categoría en peligro o vulnerable si se la documenta. “Al momento es una categoría relativa”.

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El hombre es la principal amenaza del hogar de la flor emblemática de Guayaquil. La expansión de la frontera agrícola, ganadera y urbana ha sido la motivación humana que repercutió para que entre 1938 y 1988 se perdiera el 96% de la porción del bosque seco, que se extiende por debajo de los 200 metros de altitud.

Valencia señala que para conservar la Encyclia Angustiloba Schltr se debe identificar cuál es su área de reserva, para poder protegerla o recurrir a la conservación ex situ (fuera de su hábitat natural), como se lo hace en los jardines botánicos.