El actor argentino Ricardo Darín, a sus 56 años, es uno de los más admirados de América Latina, pero parece determinado a impedir que el éxito lo distraiga de su apuesta permanente por un cine que abre la puerta a las complejidades del alma humana fuera de los caminos trillados por Hollywood.

“La complejidad es un nutriente porque permite ir a terrenos donde uno no se ha probado y, mínimamente, correr riesgos”, explica Darín, quien está de visita en París para presentar la película Tesis sobre un homicidio, de Hernán Goldfrid, una de las más exitosas del 2013 en Argentina, que narra la historia de una obsesión y un duelo intelectual entre un profesor abogado y su alumno.

Según Darín, “uno lo que busca siempre es ir hacia una mayor complejidad, sea ostensible o interior”.

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Para este hijo de actores todo predestinaba a seguir el camino de las tablas, los estudios de televisión o los sets de cine, rumbo que tomó siendo niño, antes de convertirse en galán adulado de telenovelas y comedias ligeras. Este año se estrenará Relatos salvajes, de Damián Szifrón, con actuación de Darín y compuesta de seis cuentos cortos “cuya columna vertebral son la ira, la furia”. Anticipa que “creará polémica” porque “es una película fuerte”.