Michael Haneke es un gran cineasta, y sus películas y premios recibidos, como el Príncipe de Asturias de las Artes, lo avalan. Pero ante todo es un provocador nato al que le gusta ahondar en lo más profundo, incómodo y, muchas veces, repulsivo del ser humano.

Títulos como La cinta blanca, Caché o Funny Games lo han hecho merecedor de tantas alabanzas como de críticas, aunque nunca por falta de calidad de sus trabajos; más bien, al contrario, porque su excelencia y precisión provocan emociones extremas y, casi siempre, perturbadoras.

A sus 73 años, este austriaco nacido en Múnich se muestra tranquilo y pausado en sus apariciones públicas, pero se transmuta en pura vitalidad, energía y un punto de soberbia adolescente cuando se trata de los rodajes de sus películas.

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Esa faceta menos conocida del cineasta es la que muestra Michael H. Profesión: director, un interesantísimo documental que llegó ayer a las pantallas españolas, el mismo día en el que Haneke recogiera en Oviedo el Príncipe de Asturias.

El director del documental, Yves Montmayeur, siguió por diez años a su amigo Haneke para entender mejor la violencia que muestra en sus filmes, totalmente pacifistas, aunque parezca un contrasentido.

Obsesionado por mostrar el lado oscuro de la sociedad y del ser humano, la imagen de Haneke, siempre vestido de negro, parece estar en consonancia con lo retorcido que es a veces su cine, pero su apasionada forma de hablar de la vida ofrece una imagen diferente de él.

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Detalles: Trayectoria
Otros reconocimientos

Ganó la Palma de Oro de Cannes, por La cinta blanca (2009) y Amor (2012), con la que obtuvo también el Óscar a mejor película en lengua no inglesa y el César de la Academia de Cine de Francia.