Amor desde el balcón

El rey Felipe I se convirtió el domingo pasado en el séptimo monarca de Bélgica, tras la abdicación de su padre, Alberto. Luego de asumir la corona, el rey celebró con la reina Mathilde y demostró su afecto.

El nuevo rey de los belgas, Felipe, se ha preparado para su nuevo papel desde hace varios lustros, pero aún debe demostrar que tiene el carácter necesario para reinar en un país dividido.

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"Hoy continúo una dinastía de seis reyes, entre ellos mi padre, el Rey Alberto II", dijo este domingo al juramentar el cargo.

"Soy consciente de los desafíos que me esperan", añadió en el acto que lo convirtió rey, tras la abdicación de su padre Alberto II.

Nacido en Bruselas el 15 de abril de 1960, Felipe, 53 años, fue educado para ser Rey desde muy pequeño. Su tío, el rey Balduino, que no tuvo descendencia, lo había preparado para la difícil tarea.

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En 1993, tras la muerte repentina de Balduino, a la edad de 62 años, había quienes pensaba que Felipe, 33 años, lo iba a suceder en el trono.

Sin embargo, la sucesión se decidió a favor de su padre Alberto II debido a que muchos consideraban que Felipe, aún soltero, no estaba suficientemente preparado para el trono.

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En los días pasados el palacio real belga destacó que el nuevo rey ha recibido la más exigente de las formaciones y tiene una amplia experiencia en afianzar la imagen de su país el extranjero.

También ha difundido decenas de fotos más naturales y afables que lo muestran como a un verdadero padre de familia jugando con alguno de sus cuatro hijos, o con la pequeña Isabel, heredera al trono, en su oficina, muy al estilo John F. Kennedy.

Su carrera es extensa: estudió Humanidades en Bélgica y luego continuó sus estudios en el Trinity College de la Universidad de Oxford (Reino Unido), y en la Graduate School de Stanford (Estados Unidos), donde obtuvo un diploma en Ciencias Políticas.

La Universidad Católica de Lovaina le concedió el título de doctor Honoris Causa.

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Pasó además por la Escuela Real Militar, donde obtuvo los títulos de piloto de combate y de paracaidista y comando. Fue nombrado general mayor de las Fuerzas Armadas y además promovido a teniente general vicealmirante.

Pero aún así su carácter tímido y soso le puede jugar en contra en un país dividido entre los nacionalistas flamencos, muy poco adeptos a la monarquía, y el sur francófono.

Al menos, tiene una gran aliada para sus funciones. Su esposa, la bella y carismática Matilde, de las pocas con origen aristocrático en el continente. Y también la primera reina de origen belga, desde la escisión del país de Holanda en 1830.

El príncipe llega además al trono en momentos en que los ciudadanos de toda Europa se interrogan sobre el papel de las monarquías en el continente.

Muchos en Bélgica hubieran querido al menos que el rey Alberto II, cuyo papel unificador ha sido clave en tiempos de crisis política, permaneciera en el trono hasta las elecciones legislativas en Bélgica, en mayo de 2014.

A partir de este domingo, el príncipe deberá mostrar firmeza pero a la vez dar brillo a una monarquía, considerada aburrida. Pero su principal desafío será demostrar que su papel tiene sentido.

Sobre todo, luego de que el partido independentista Nueva Alianza Flamenca (N-VA), de Bart De Wever, que encabeza los sondeos, insistiera sobre sus reclamos de que la monarquía debe limitarse a un papel protocolario y quedar completamente excluida de uno político.