El mundo se enfrenta a una epidemia silenciosa y oculta que afecta a más de 10 millones de personas que padecen hepatitis C, la inmensa mayoría de las cuales morirán sin obtener el tratamiento que les salvaría la vida, una plaga que "la guerra" contra el consumo de drogas alienta.

Así lo afirmaron hoy en rueda de prensa dos de los miembros de la Comisión Global de Política de Drogas, que denuncian que la criminalización del uso de las drogas favorece la epidemia de hepatitis C.

"La epidemia de la hepatitis C es silenciosa porque no presenta síntomas clínicos por años y porque no existe ni conciencia ni atención a un problema que sin embargo es enorme", señaló en rueda de prensa Michel Kazatchkine, miembro de la comisión y enviado especial de la ONU para el VIH-Sida en Europa del Este y Asia Central.

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Los cifras, "subestimadas" según Kazatchkine, con las que cuenta la Comisión, indican que de los 16 millones de usuarios de drogas, 10 millones, el 60 por ciento, padecen hepatitis C.

Por regiones, la mayoría de los casos se producen en el sudeste asiático (2,6 millones), y en Europa del Este y Asia Central (2,3 millones).

Pero por países, la mayor incidencia se da en China, con 1,6 millones; Rusia, con 1,3 millones; y Estados Unidos, con 1,5 millones.

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"Pero en los lugares donde la represión contra las drogas es más feroz es donde se dan los índices más altos de incidencia, que alcanzan hasta el 90 por ciento, como en el caso de Rusia", afirmó Kazatchkine.

De hecho, la hepatitis C está tres veces más extendida entre los usuarios de drogas que el VIH, y la mayoría de los drogadictos que conviven con el virus del sida también padecen hepatitis C.

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El virus de la hepatitis C es muy contagioso y se transmite por contacto sanguíneo, "pero no sólo sangre con sangre, sino que el virus puede sobrevivir durante largo tiempo en las agujas, pero también en el algodón o cualquier otro material contaminado", explicó el experto.

"Las políticas represivas en materia de drogas llevan a los usuarios a la marginación y los alejan de los centros de atención médica, que es donde deberían inyectarse para hacerlo con seguridad", explicó a su vez Ruth Dreifuss, miembro de la comisión y antigua presidenta de Suiza.

La comisión ha publicado un informe al respecto que denuncia "el fracaso flagrante de las políticas represivas en la reducción de la oferta del mercado mundial de drogas ilícitas", al especificar que el aprovisionamiento mundial de opiáceos ilícitos como la heroína ha aumentado en los últimos decenios un 380 por ciento.

"La guerra contra la droga contribuye al crecimiento del crimen organizado, a la violencia y a la encarcelación a gran escala de los usuarios de drogas. Y la encarcelación en masa de los usuarios no violentos juega un rol mayor en la propagación de la epidemia", agregó Dreifuss.

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Otro problema es que a pesar de que la enfermedad es tratable y curable, la mayoría de los que la padecen no obtienen el tratamiento necesario, bien porque no han sido diagnosticados, bien porque es demasiado caro y no se lo pueden permitir, como ocurre con la mayoría de los usuarios de drogas.

"Se calcula que en el mundo sólo el 2 por ciento de los enfermos de hepatitis C obtiene tratamiento", se lamentó Kazatchkine.

Es por ello que la comisión ha hecho un llamamiento para que los gobiernos se replanteen la criminalización del consumo de drogas y subsanen las consecuencias que, como la epidemia de la hepatitis C, acarrea.

La lucha por la despenalización del consumo de drogas comenzó en Latinoamérica de la mano de los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Ricardo Lagos (Chile), César Gaviria (Colombia) y Ernesto Zedillo (México), que formaron una comisión que se ha ampliado con autoridades del mundo entero.