El sutil juego de correspondencias que une al icónico perfume Nº 5 de Chanel con las obras de arte, fotografías, libros y objetos que inspiraron o rodearon a su creadora dota a esa fragancia de una nueva dimensión, que destapa su esencia artística y ensalza su intemporalidad.

Esa es la intención de la exposición Nº5 Culture Chanel que se inauguró en el Palacio de Tokio de París, el pasado 5 de mayo y se albergará hasta el próximo 5 de junio; fechas que no fueron escogidas al azar porque Gabrielle Chanel (1883-1971) consideraba ese número como la cifra de la buena fortuna.

La columna vertebral del recorrido está compuesto por 110 vitrinas transparentes, que desvelan en su interior el rico universo en el que se movía la diseñadora, desde sus amistades con Guillaume Apollinaire o Pablo Picasso, hasta su fascinación por la reina francesa Catalina de Medici.

Publicidad

“Cuando se habla del Nº 5, el arte y la historia del arte jamás están muy alejadas de la idea de Chanel”, señaló el comisario de la muestra, Jean-Louis Froment, que deja claro que pocas marcas tienen la suerte de tener “un personaje fundador que ha participado paralelamente a la historia”.

La creación en sí de esa fragancia en 1921, firmada por Ernest Beaux después de que esta le pidiera “un perfume de mujer con olor a mujer”, es la sublimación del duelo vivido tras la muerte de su amante, un hombre de negocios británico llamado Arthur Capel.

En los casi 12 años en los que se prolongó esa relación, él la cultivó e hizo de ella una lectora asidua, y tras su muerte “hay un antes y un después”, añadió Froment, para quien Chanel “dio forma a sus intuiciones” con ese perfume, que se distinguió de los existentes por haber sido realizado con 80 aromas, pero sin una nota dominante.

Publicidad

En la doble ‘C’ que pasó a convertirse en el logo de la casa, y que apareció por primera vez en ese frasco de líneas cubistas y aire masculino, los organizadores de la exposición encuentran similitudes no solo con las vidrieras del internado en el que estuvo de joven, sino también con el monograma de la propia monarquía gala.

Las evidencias entre su primer perfume y las tendencias artísticas de su época no siempre son explícitas, pero para la maison francesa no hay dudas de que Chanel acabó plasmando en sus creaciones la riqueza, en el sentido inmaterial del término, que sus contactos le proporcionaban.

Publicidad

Conoció Venecia por primera vez de la mano de la pianista Misia y de su marido, el artista catalán José María Sert, y estos la introdujeron en esa ciudad al fundador de Los Ballets Rusos, Serge Diaghilev, gracias a que personajes como Picasso, Juan Gris, Georges Bracque o Igor Stravinsky acabaron formando parte de su círculo.

La exposición deja constancia de esa cercanía, de los manuscritos que se intercambiaban entre unos y otros, de los cuatro meses en los que, en 1938, Dalí y su esposa, Gala, pasaron en la casa de campo de la diseñadora, y de cómo la mujer imaginada por Chanel también acababa influyendo a esos grandes nombres.

Froment apunta que, aunque la diseñadora se consideraba “una artesana, no una artista”, sí habitaba en esa “periferia del arte”, que hace fácil interpretar que la etiqueta de ese perfume era cercana a la “estética radical” que fluía de los miembros del dadaísmo.

Y décadas más tarde, esa relación entre un universo y otro sigue presente en anuncios como el protagonizado por la actriz francesa Catherine Deneuve en 1972, con ese óvalo perfecto que se asemeja al de La Muse endormie, esculpido por Constantin Brancusi en 1910.

Publicidad

“Cuanto más se intenta descubrir el Chanel Nº 5, sus correspondencias y analogías, más complicado y complejo es”, indicó el comisario, que no esconde que esta exposición da tanto de sí, que aún puede seguir explotando su potencial.

PARÍS