Por Gourman

Es curioso que muchos balnearios se hayan desarrollado gastronómicamente más que Salinas, pese a tener menor población, y sin duda menor inversión por kilómetro cuadrado. Entre Manglaralto y Olón hay muy buenos sitios para comer, sobre los que vale la pena hablar en el futuro. En estas semanas nos hemos concentrado en Salinas, encontrando que de lejos lo mejor que probamos fue Mariscos Azul, en el malecón.

Beatriz Osorio, después de muchos años en el negocio, mantiene la calidad. Parihuelas, ostras al Bloody Mary, sopa de cangrejo, entre otros platos del menú, hacen de este restaurante un sitio que vale la pena probar. La informalidad de un balneario no necesariamente obliga a la alta cocina, pero sí a la variedad de mariscos, a su frescura, preparados de muchas y diversas maneras. Hace muchos años eso también lo teníamos en Mar y Tierra, un agradable restaurante cuya decoración evocaba una embarcación vista a estribor, pero sus recetas y calidad de materia prima han cambiado.

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En la entrada, donde nace el malecón, encontramos algunos locales. Leños Pizza tiene un buen producto, pero en lugar de hacer algo rústico o playero, guardando coherencia con la ciudad que lo aloja, fue remodelado, incrustando el horno en un frío salón de cemento, sin mayor gracia. A pocos metros de Leños se instalaron esta temporada dos food trucks. El primero con un producto que intentaba ser la variación de una pizza. Otro con hamburguesas de cangrejo, pangora, pulpo, picudo, entre otras poco convencionales proteínas, considerando el platillo en mención.

Buen concepto, interesante, pero no me gustó su implementación. Las salsas podrían complementar mejor el producto. Por ejemplo, la de pangora iría mucho mejor con una buena mostaza ligera, mantequilla o una mezcla con rábano picante, en lugar de guacamole o mayonesa.

Diagonal a ellos está Big Ralph. Nos habían hablado bien de sus costillas, pero intentamos ir dos veces en distintos días, encontrándolo cerrado.

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Oui es un restaurante que no conocíamos, regentado por un francés ubicado en la calle segunda, diagonal al hotel Barceló. Probamos un quiche lorraine, suave y esponjoso. La sopa de cebolla no guarda la receta clásica. Le faltaba dulzor a las cebollas, y no tenía queso gratinado. Sin embargo, el fondo estaba bien, y los crutones bien tratados, con tomillo y mantequilla. Disfrutamos mucho del Bœuf bourguignon. Un clásico francés, estofado de carne cortado en medallones, cocinado muy lentamente en vino tinto. Con cebollas, ajo, laurel, estragón y más especias, añadiéndole un poco de harina para hacer un Roux. En la playa nos servimos hamburguesas “Casi Tuco”. Innovan combinaciones semanalmente. Por $ 3, poco que criticar.

Al entrar a Salinas y ver su desarrollo inmobiliario, un viajero se imaginaría que existe una mayor y mejor oferta gastronómica. (O)