Anderson y El Caracol azul llevan la batuta de la antigüedad, llegando cada uno a sumar cuatro décadas sin hacer mayor publicidad, pero conservando un nivel constante de calidad. Anderson ha recibido varias distinciones, siempre recibió buenos comentarios. Así como sucedió con El Rincón de Francia en Quito, Anderson es un restaurante clásico con cierto toque europeo. El hecho de ser un negocio familiar con alto sentido de responsabilidad puede explicar por qué tanto el restaurante Anderson como los locales de Anderson Express tienen buena acogida. Son muy pocos los establecimientos que se dan el lujo de desafiar el tiempo. En cambio, resulta aterrador ver cómo nacen y desaparecen con rapidez tantos establecimientos. Otros, a los que prefiero no nombrar, lucen cada noche casi totalmente vacíos.

Volví a encontrar las atenciones de siempre, rebanadas de pan baguette frotadas con ajo y mantequilla, detalle simple, pero agradable; una sangría ($ 6,24 la copa) que puede ser buena opción para quienes no desean beber un vino puro sino algo más dulce (hay botellas a partir de $29 para quienes desean vino blanco o tinto). Mi acompañante pidió la corvina del chef ($ 17,30) un plato equilibrado, sabroso, de sutiles combinaciones. Ya no está el chef Carlos Andrade a quien conocí, pero el sucesor ha conservado un estilo parecido con ciertas variaciones en las salsas. Probé su corvina, servida con mucha generosidad, me gustó notar la fusión de los diversos ingredientes. Pedí una crêpe grande rellena con cangrejo ($ 11,69). La receta se presta para muchas combinaciones, pero la más usual se basa en una bechamel en la que se añade según el gusto cangrejo, camarones, pollo, champiñones, ingredientes previamente refritos. Se añade algo de vino blanco, un dejo de coñac y listo.

En el caso de Anderson, los ingredientes tienden a ocultar el sabor genuino de los crustáceos, detalle que fácilmente se debe corregir. La masa de la crêpe es fina y delicada, el resultado agradable, basta tomarlo como plato fuerte para aplacar el hambre. El nuevo chef no busca complicaciones, se apega a las recetas de la cocina internacional. Sin embargo, sus crêpes Suzette ($ 5,57) tendrían más éxito si viniera en persona para flamearlas frente a los comensales. El detalle de la llama es vistoso, sencillo, se logra con un buen coñac, licor de naranja como el Grand Marnier o el Cointreau. La crêpe Suzette viene acompañada de un helado de vainilla. Pero aún guardando un estilo de cocina internacional, Anderson modifica esporádicamente su carta, va renovando su menú. Sabroso café expreso elaborado con percoladora italiana.

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Anderson es el lugar más adecuado para la gente romántica que busca tranquilidad, parejas de enamorados, hay facilidad para conversar, el personal se muestra muy atento. El pianista Juan Carlos Tuárez tiene un estilo elegante, no invasivo, recuerda las mejores melodías del repertorio universal, lleva muchos años amenizando el ambiente con talento.

Los platos se preparan al instante, la espera es normal, dependiendo de los platos solicitados. Unas especialidades del Anderson Express existen aquí, tientan a muchos: son los chop-chop, trocitos de pollo o de carne servidos con arroz y menestra o puré de papas. Un toquecito de crema de leche daría más untuosidad al puré. Los precios de los chop chop son moderados.

En conclusión, ustedes irán a Anderson si buscan tranquilidad, ambiente musical en vivo cada día, espacio ideal para los sentimentales. Hay una zona de estacionamiento y guardianía. (O)

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epicuro44@gmail.com