Me gusta encontrar la palabra olivos en el nombre de un restaurante, tiene una resonancia mediterránea, así como sucede en la cadena Olive Garden de Estados Unidos y otros países. En Urdesa, frente a Di Arte (Víctor E. Estrada entre Ficus y Guayacanes) inauguró muy recientemente su local Olive Kitchen. Sueño de una familia oriunda de Florida que representa al mismo tiempo un desafío en una época no tan fácil para los negocios de los restaurantes. No ha hecho ninguna clase de publicidad y no se lo conoce aún en nuestra ciudad. Se siente que se halla en una fase de adaptación, pero le puedo augurar un hermoso futuro después de visitar sus dependencias.

El ambiente general ha sido muy bien logrado, primera impresión muy grata: iluminación adecuada, bar acogedor, mesas y sillas idóneas, hermosa y moderna vajilla, copas de vino apropiadas para una cata. Se siente la mano de una mujer en cada detalle. Hay un salón privado perfectamente oportuno. El personal cumple a cabalidad con su oficio, Ricardo Zambrano nos atendió con profesionalismo. La carta, no excesivamente extensa, ofrece interesantes posibilidades. Las entradas y piqueos tienen precios que oscilan entre $ 6 y $ 10. Los platos fuertes entre $ 11 y $ 15.

El plato más solicitado parece ser el atún rojo tataki, de tendencia asiática. En la cocina oficia Rafael Rodríguez. Sentí que tenía como meta combinar de la mejor manera sabores nacionales e internacionales. Para quienes siguen dietas, la carta ofrece una cómoda selección de ensaladas. A los niños les gustarán los muslos de pollo a la parrilla, guarnición de arroz con piña.

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Ordenamos una tabla de quesos que llegó bien surtida con almendras afiladas y mermelada. El queso de cabra me gustó particularmente. Si ustedes piden la tabla criolla, les entregarán una bandeja con dos humitas, dos quipes, dos empanadas, dos muchines y una brocheta de camarones (opción indicada para una pareja). Lucen atractivas la alitas de pollo en infusión de salsas exóticas. También hay tiraditos de pescado y un trío de cebiches exóticos. Sin mayores complicaciones la carta absuelve los más distintos gustos. Para quienes aman las sopas, está una crema de pangora con crotones crocantes.

Pedí una corvina al grill con puré de papas: plato muy sencillo, de fácil hechura pero irreprochable. Mis acompañantes prefirieron un risotto frutti di mare aromático, bien apegado a la receta clásica. Hay una correcta carta de vinos con precios normales. Si no desean gastar mucho les podría recomendar el Malbec, Los Cardos de Doña Paula ($ 29). Lo sentí corto en boca, sin retrogusto notable, pero refrescante, muy afrutado si se lo sirve bien fresco (12 a 14 grados). No se puede pedir más a un vino del 2016, al fin y al cabo, bastante agradable.

Entre los postres podrían gustarles los eclairs, aquellos dulces típicamente franceses, hechos con masa de petit chou, rellenos con crema pastelera luego bañados en chocolate, blanco, negro, manjar o caramelo.

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Quizás por tener tan solo dos meses de existencia, Olive Kitchen tiene que revisar un detalle tan importante como lo es el tiempo de espera. Personalmente nunca ando con apuro en un almuerzo o una cena, pero hay un tiempo prudencial que se debe respetar. Fue el único punto en contra que hallé en mi visita. Pienso que tomarán muy en cuenta mi apreciación. (O)

epicuro44@gmail.com