Lo que más deseaba en el fin de año 2016 era disfrutar de una cena de Navidad con una persona muy querida: mi nieta de 19 años. Después de pensarlo mucho escogí el restaurante Río Grande del Hotel Wyndham, ubicado en esta pequeña maravilla que es Puerto Santa Ana, con su complejo inmobiliario que alberga edificios, departamento, restaurantes, tiendas y museos. El malecón que bordea el río Guayas es ideal para tertulias amorosas, citas románticas, tanto de día como de noche.

El restaurante me ofreció muy exactamente lo que deseaba encontrar: un comedor amplio, bien iluminado, pero con un espacio entre mesas que permite privacidad, un conjunto que tocaba música retro con el volumen adecuado permitiendo conversaciones. El hall de ingreso del hotel es de lujo, da una excelente impresión, no hubo problema con la reservación que había hecho con un mes de anticipación, me tenían una mesa para dos personas, un hermoso manojo de rosas multicolores en un florero, vajilla dorada de gran efecto, copas de vino adecuadas.

Escogí un Malbec de Doña Paula, aromas cortos al inicio pero que iban a florecer en copa, pasando de su acidez en el primer sorbo al que llamamos ataque, a una muy agradable mezcla de bayas, hierbas, especias con un toque levemente dulce, subrayados de madera, taninos sabrosos. Sin siquiera darnos cuenta terminamos la botella. Nos atendió Douglas, cuya formación hotelera se nota al instante, tanto por la manera muy clásica de servir, respetando el ritual, como por la gentil paciencia con la que nos guio en nuestra elección.

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Había un bufé bien surtido, pero preferimos pedir la carta de letras grandes, hermosa, muy funcional.

De entrada nos apetecieron unos tiraditos de corvina debidamente laminados, sutilmente sazonados. Mi nieta deseando pastas le recomendaron linguine de espinacas alla carbonara, un clásico servido sin falla con un leve toque de prosciutto y albahaca deshidratada. Iba a pedir un bife angosto importado pero no tenían en estos días, opté por un espalda de cordero cocida al vacío con una sabrosa salsa en la que asomaban toque de mostaza, frutas exóticas. Aun así prefiero las chuletas servidas rosaditas. En casa, las acompaño con una salsa de blue cheese o de cereza.

La carta de Río Grande es muy extensa, pueden encontrar en ella tanto una crema de hongos con tres tipos de champiñones, como un locro de papas a la quiteña, un bisque de mariscos (foto). El bisque es en realidad una sopa cremosa, sedosa, bastante condimentada, se la puede hacer con camarón y otro tipo de mariscos, el primer bisque del que se habla en la historia es uno de pichones trufados realizado en 1651. Lo sirvieron acompañado de crestas de gallo, mollejas de ternera, pistachos piñones y champiñones.

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Los precios dependerán de los platos que usted escoja. Los linguine están en $ 14, la espalda de cordero en $ 18,90. La carta de vinos de igual manera ofrece vinos de todo precio. Es obvio que si desean pedir un Don Melchor el precio será elevado. El Malbec de Doña Paula, de excelente calidad, está en $ 35. Cualquier plato fuerte de pollo les costará $ 14. Los langostinos Thay salen en $26. Son precios muy razonables si se toma en cuenta la clase que tiene el lugar.

De día la terraza al filo del río es una maravilla, uno de los rincones más hermosos de nuestra ciudad. Para una cena romántica escogería Río Grande. El chef Javier Ponce se muestra atento a sus preferencias, tiene una excelente mano, atiende con gran amabilidad. (O)

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epicuro44@gmail.com