El viernes último, la cola fuera del Centro de Convenciones Simón Bolívar, en Guayaquil, era enorme. Hombres y mujeres, carpeta en mano, esperaban para entregar la documentación que la Autoridad de Tránsito Municipal (ATM) solicitaba a quienes se habían inscrito como candidatos a llenar los 150 cupos para trabajar en la institución, que necesita contratar 146 agentes civiles, 3 inspectores y un supervisor de Tránsito. En el portal web de la ATM se habían inscrito 11.000 personas.

Los requisitos son: ser bachiller, tener entre 18 y 24 años, medir al menos 1,60 las mujeres y 1,68 los hombres, tener licencia de conducir, superar las pruebas, incluida la del polígrafo, y presentar exámenes médicos. Se trata, pues, de jóvenes cuya necesidad de conseguir un empleo estable los llevó incluso a permanecer fuera del Centro de Convenciones desde tempranas horas de la noche anterior.

Las colas para entregar carpetas y aspirar a encontrar trabajo no son nuevas, pero sí lo es el número de aspirantes que teniendo los requisitos básicos no han podido ni ir a la universidad, ni conseguir un trabajo remunerado. Ellos son el símbolo y las principales víctimas de una crisis, que se ha vuelto inocultable y de la que los aspirantes a gobernantes deben hablar y explicar concretamente, qué van a hacer para resolver este problema que afecta a miles de ecuatorianos. (O)