La navegación del poder no es nunca en aguas mansas y los tiempos actuales la han empeorado. El mismo profesor que predijo el triunfo de Trump contra todo pronóstico es quien hoy afirma que el aún no asumido presidente de Estados Unidos será destituido. Con la misma calma y formas impertérritas fue claro en afirmar que el recién electo es “una bala perdida” y que los propios republicanos lo desalojarán por poner a su vicepresidente en el cargo. No recuerdo que esto jamás haya acontecido en ese país donde las instituciones y las formas han dominado la previsibilidad de su democracia. Estados Unidos cada día se parece más a Latinoamérica concluirá alguno, aunque en realidad la naturaleza del poder ha cambiado profundamente y lo único cierto parece ser la incertidumbre.

Los “castigadores del sistema” sirven para echar a sonar las alarmas, pero no resuelven los problemas de fondo porque tienen que lidiar con el mismo esquema que los prohijó. Primero, las contradicciones y luego las incoherencias acaban demostrando que el cambio solo sirvió para mantener las cosas iguales. Si el sistema es capaz de reformarse renunciando a los privilegios de una casta que alcanza el poder sobre la base de la acumulación del capital, es posible ser optimista. De lo contrario, veremos emerger como en la región una serie de presidentes que proclamando su raigambre populista solo han acabado por dejar sus huellas digitales en todas las corrupciones conocidas, como el caso de Brasil, Argentina y Venezuela, solo por citar algunos. Lo que debe cambiar es la naturaleza del poder político y es ahí donde el sistema se protege escogiendo a quienes con sus comportamientos solo sirven para justificar lo malo conocido antes que lo bueno por conocer. En la base de todo eso es el pueblo que sufre todas las consecuencias.

Las contradicciones y luego las incoherencias acaban demostrando que el cambio solo sirvió para mantener las cosas iguales.

En este cambio de era, de nuevos paradigmas, es sorprendente cuánta resistencia pone el poder político al cambio de real. Se mimetiza, se maquilla, se travestiza... en el ánimo de mostrar que cambió, cuando todo resulta igual. Su lógica es la misma que la que había afirmado combatir. Es clientelar, patrimonialista –que lo diga Ortega en Nicaragua– y por sobre todo: falaz. Ha venido mintiendo de manera reiterada en lo que a contenido filosófico se refiere, creando falsos enemigos internos y externos, procurando en ese camino ganar tiempo para seguir gobernando como siempre. La estrategia de Maduro, que no duda en recurrir al papa cuando las papas queman en Venezuela y convocar a un diálogo con la oposición, es un recurso vacuo que solo busca comprar tiempo pero no resolver el problema que resulta ser el mismo poder.

Son tiempos complejos y difíciles. No es suficiente con decir algo anda mal si no se tienen opciones ciertas y actitudes incluyentes. Sin esto nada puede ser sostenible en el tiempo y lo único seguro es que continuarán agravándose los problemas que dieron origen a la reacción.

No estaría de más aprender la nueva dirección y velocidad de los tiempos antes que las cabezas de los gobernantes rueden por las calles, como en París, y su revolución. Igualdad, fraternidad y libertad siguen repitiéndose en varias capitales del mundo y a pesar de su antigüedad cobran una vigencia muy actual para estos tiempos de navegación procelosa.

La historia y los clásicos tienen más de una idea sobre la naturaleza humana, pero por sobre todo: la esencia del poder. Es bueno leerlas y aprender. (O)