El planeta se envuelve en un colosal estado de estupor con la elección de Donald Trump como presidente del país más poderoso. Las encuestas típicamente preveían su derrota a manos de quien sería la primera mujer presidente de EE.UU., la política con mayor experiencia en el ruedo, a la que no le faltaba una solución para cada futuro problema. Fracasaron las encuestas estrepitosamente.

Fue una elección atípica, resultados contrarios a lo previsto: en votación popular muy apretada, en electores ganó Trump. Ella lo duplicaba en experiencia, asesores expertos y también en el gasto de campaña. Esto nos dice que mucha más gente apoyaba a Trump de lo que confesaba. ¿Por qué? Recibió el apoyo masivo de los votantes americanos, lo que se explica a base de la ilusión del sueño americano de vuelta para ellos: el crecimiento de la economía hacia el interior, reducción de impuestos, abandonar financiamientos y batallas externas, limitar subsidios, restringir a foráneos, protegerlos devolviéndoles su EE.UU. pre-9/11.

Es así como una clase media, aspirando a recapturar su papel protagónico como destinatario del Gobierno, le confía el salón oval; también le apuestan por sus planes económicos los grupos económicos y de poder en estados clave como Texas y Nueva York. Lo más interesante es que lo apoyaron las minorías, los migrantes, las mujeres, aparentemente ofendidos por su discurso. ¿Las razones?: creencias religiosas contra el aborto, antisocialismo por Cuba, etcétera; abrazaron el sueño americano porque ya están en América y ya no se sienten de fuera. Sintonizó Trump con todos ellos. El lugar común del electorado es su desencanto con el establishment, votaron por lo otro, no querían más la continuidad desgastada del poder. Un nuevo brexit, un país polarizado.

¿Deberíamos estar preocupados? En lo personal, lo estoy menos que los demás. Trump candidato es otro que Trump presidente, se acabó el marketing y comenzará a gobernar, el tono de su discurso triunfal así lo intuye. Lo hizo presidente un grupo de asesores brillantes que alcanzaron el salón a pesar de la prensa, los escándalos, la xenofobia, el racismo, la ira, venciendo al sólido y experimentado grupo del poder. ¿Qué nos dice eso? Que Trump presidente es un producto de un equipo altamente competente que lo acompañará a gobernar y que ha demostrado contra todo pronóstico entender la problemática y sentir de la población. Aspiro a que gobiernen con esa misma sabiduría. Será la primera vez en muchos años que el presidente, el Senado y la Cámara sean dominados por el mismo partido, el Republicano. Esto bien conducido viabilizaría grandes decisiones y cambios que el país no ha logrado en los últimos tiempos. Recordemos que en EE.UU. existe un equilibrio de poderes por el cual esta alineación no conllevaría arbitrariedad, no hay espacio para tiranías.

Creo que no es malo un golpe de timón; que EE.UU. apueste a crecer su economía hacia adentro, al final si ellos crecen, eso beneficia a Latinoamérica. No habrá muros. Sería de prever que por su perfil no se alineará con las tendencias de izquierda, sino lo contrario. La verdad sin tanta diplomacia hará que las demás potencias respeten más a EE.UU. Es probable que se acerque a Rusia: tal vez es tiempo de terminar con la segunda Guerra Fría que viven y que en conjunto potencien el desarrollo mundial. Un EE.UU. más fuerte podría extender su rol de protagónico en el tiempo. Los mercados financieros volverán a la normalidad, el prototipo se retomará y un nuevo “normal” se habrá instaurado. America Great Again!, esta es la apuesta que nos toca.

(O)