Quizás la percepción ciudadana no coincida con lo que los números digan, pero lo cierto es que en Guayaquil, la impresión general es que la delincuencia es cada vez mayor y más audaz. Casi no hay habitante de esta ciudad que no conozca a alguien, familiar, amigo, vecino, pariente del amigo, que ha sufrido el terror de ser asaltado y, muchos, agredidos con armas de fuego o cortopunzantes, con consecuencias fatales.

La inseguridad y el desempleo son a menudo señaladas como las grandes preocupaciones de la población, y es probable que no sea casual que vayan juntas. No es casual, tampoco, que la población espere con ansias el cambio de gobierno, con la esperanza de que haya mejores propuestas concretas para solucionar los problemas que desempleo e inseguridad plantean.

Es momento de que los candidatos a asumir el gobierno les hablen a los ciudadanos de sus problemas y de la manera que esperan contribuir a solucionarlos, pero no basta con que ofrezcan más y mejores policías, eso está bien, pero no es suficiente. Queremos oír su diagnóstico de la enfermedad, que nos digan cuáles son, según ellos, las causas ocultas tras la delincuencia armada y peligrosa, todas las causas, para que puedan plantear entonces todas las soluciones. Es posible que el desempleo y, en consecuencia, la pobreza sea un desencadenante, o que el dinero que se necesita para conseguir la droga, lo sea. También puede ser el deseo de dinero fácil, robar celulares, por ejemplo, puede ser un buen negocio, garantizado por el número de ciudadanos que compran lo robado y al hacerlo estimulan al ladrón y su actividad. Quizás, la desocupación, el hecho de no tener trabajo, ni estudio posible, esté entre las causas. Y, probablemente, haya otras no mencionadas en estas líneas. Pero sí es uno de los problemas más graves de los ecuatorianos, que así han perdido no solo bienes, sino vidas, sueños y proyectos; la respuesta debe ser integral, completa.

El acceso a la educación, la certeza de que todos podrán prepararse para incorporarse al mundo productivo, desde su vocación y capacidades y de que ese mundo les abrirá las puertas, es algo que debe estar en la base de la búsqueda de una sociedad segura. Esto supone que la economía se maneje de tal manera que ofrezca oportunidades de trabajo y condiciones de vida digna para todos.

Por supuesto que se necesita una policía cada vez más preparada y honesta y una Función Judicial en la que los ciudadanos confíen plenamente. Y no se queda fuera el testimonio social y político de un ejercicio decente de la vida y de los diferentes roles que nos toquen en ella.

De todas estas cosas queremos oír hablar a los candidatos y que lo hagan concretamente, sin generalidades declaratorias que huelan a demagogia. (O)