Hace algunas semanas, el presidente Correa sugería que para América Latina era preferible que Donald Trump ganara las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, argumentando que se daría un gran rechazo a sus políticas elementales, generando toda una reacción en América Latina, similar a lo que pasó con el gobierno de Bush, sin embargo de lo cual reconocía que por el bien de los Estados Unidos y “por mi aprecio personal hacia ella, quisiera que ganara Hillary”. Luego de conocidos los resultados electorales, el mandatario publicó un artículo en el portal de la cadena Univisión en el cual analizó los resultados de las elecciones y expresó que no compartía ni la ideología ni los valores que representa Trump, y agregó que en lo personal “jamás tendría como amigo a alguien así”.

Más allá del criterio personal del presidente, me animo a señalar que repasando con detenimiento ciertas ideas y posiciones, resulta posible encontrar sugestivas coincidencias y analogías entre los personajes políticos aludidos. Por ejemplo, el propio Rafael Correa en su artículo asevera que las críticas a la globalización son “preocupaciones que compartimos”, refiriéndose a los planteamientos de Trump, quien durante la campaña electoral abanderó la idea de que los tratados de libre comercio han contribuido de forma directa a la decadencia de una parte importante de la industria estadounidense, resaltando la necesidad de medidas proteccionistas bajo la populista proclama “América, primero”, mensaje que ha sido interpretado por algunos analistas como el presagio del camino tormentoso al que se verá sometida la globalización, al menos en términos de intercambio comercial, con las políticas que con seguridad aplicará Trump.

Pero no es en el tema de la crítica de la globalización en el que se podrían encontrar las mayores coincidencias de las ideas políticas de Trump y Correa, sino en la animadversión profunda que guardan respecto de la prensa independiente; los múltiples episodios de Trump con la prensa durante la campaña electoral, algunos de ellos inclusive bochornosos como cuando se propuso imitar con gestos a un periodista que sufría alguna discapacidad, delinean perfectamente la figura de un político reacio a tolerar las opiniones y las críticas vertidas en su contra, especialmente cuando provengan de los medios de comunicación, a los cuales acusó de deshonestos, asquerosos, corruptos y otros epítetos. Como pocas veces en la historia electoral de los Estados Unidos, los comentarios del presidente electo llegaron al punto de insinuar que “no hay libertad de prensa cuando los periódicos y otros son permitidos de decir y escribir cualquier cosa”.

Para ser justo, cualquier opinión respecto de lo que hubiese sido una amistad política entre Donald Trump y Rafael Correa queda reducida a pura especulación: Trump asumirá el poder el próximo enero y Correa entregará su mandato pocos meses después, por lo que la posibilidad de un encuentro es virtualmente inexistente. En otras circunstancias, ¿jamás tendría como amigo a alguien así? (O)