Me tomaba un café con un amigo indeciso.

Él estaba molesto porque los medios y las encuestas los ponen a todos en un mismo casillero. Podríamos pensar que son todos iguales. Pero no es así, me decía.

Uno puede ser un indeciso que analizando con frialdad las propuestas de los candidatos y precandidatos, todavía no sabe cuál es la opción que mejor resolvería los problemas del país.

O podría ser indeciso, porque creyó en una promesa hace diez años y hoy no sabe si está mejor o peor que antes, pareciera que se está peor, pero se dice que estamos mejor, y como uno no sabe todo de todo, tampoco sabe bien si la cosa es tan así o si uno es el equivocado.

Desde distintas corrientes, casi todas, se proyecta un futuro cercano casi apocalíptico, con crisis económica, deudas y medidas drásticas. Un escenario tan incierto y dramático contrasta con la seguridad y tranquilidad con que algunos candidatos hablan de sus propuestas. Así, ¿quién no duda?, me decía, antes de ponerle un poco más de azúcar a su taza, como para endulzar con algo su crisis de decisión.

Siguió hablando mientras revolvía, entonces, ¿cómo decidir? ¿Votar por promesas o votar por un candidato?, ¿por intenciones que suenan coherentes o por una persona que se cree que por sus capacidades o experiencia de vida puede solucionar los problemas inmediatos del país?

También se puede ser un indeciso diferente, arremetió, uno que se ha vuelto desconfiado, que desconfía de la realidad que le pintan, desconfía de los que desconfían de todos, desconfía de la corrupción, del individualismo, de la ambición, del egoísmo. Desconfía porque no sabe en qué verdad creer. Sabe a duras penas la suya, la que se siente al llegar a fin de mes.

Íbamos a mitad del café, el ánimo estaba denso, hicimos un paréntesis para hablar de fotografía, tema que a los dos nos atrae. John Berger, en uno de sus ensayos hace un interesante análisis sobre la fotografía de Henry Cartier Bresson y Paul Strand, plantea que el ideal de la fotografía es atrapar un momento histórico. Ambos fotógrafos lo logran, salvo que su forma de representar esa realidad es distinta. Cartier Bresson juega con lo accidental, Paul Strand busca la esencia de un pueblo en la cocina de una casa. Berger enfatiza en cómo la forma de mirar afecta nuestra manera de interpretar y de comprender la realidad, Y, ¡taz!, volvimos sin querer al tema de los indecisos. ¡Uno escoge qué mirar! Dijo en voz alta, golpeando la mesa, como descubriendo una revelación. Más aún en un mundo donde el discurso de lo real se teje en redes y fuentes previamente seleccionadas. Entonces, si hay una realidad inmediata de la que tengo certeza, la que vivo, que tiene que ver conmigo y mi entorno, y otra construida, la que me cuentan los medios y los candidatos, que considera al país y las macrorrealidades, ¿cuál elijo para tomar mi decisión?

Finalmente, acabamos el café, sin conclusiones, sin mayor claridad al respecto.

Yo me levanté para volver al trabajo, mi amigo se quedó ahí pensando si pedía otro café o no. (O)