La relación de los seres humanos con los muertos de su especie ha sido y es el reflejo de la inquietud, mezcla de esperanza, temor, duda, convicción o negación, acerca de qué hay después de la vida. Muchas culturas han desarrollado un culto a los muertos y sus expresiones representan, aun hoy, mucho de lo que son o fueron como pueblos.

Lo cierto es que dedicar un día al año a honrar a los difuntos, cualquiera que sea la forma que revista, necesariamente implica una mirada al pasado, una conexión con el presente y una interrogante al futuro desconocido, porque lo que sí es claro es que la vida de los seres humanos, tal como la conocemos, terminará un día, pero habrá dejado una huella en la vida familiar, social y en la de los pueblos mismos.

Nuestros padres, abuelos, bisabuelos y más antepasados, hoy difuntos, a quienes recordaremos en esta jornada, fueron parte de un mundo diferente que puso las bases para el que nosotros vivimos. Por eso, este día que nos coloca frente al misterio de la muerte nos pone también frente a la responsabilidad de construir cada día el futuro, que no veremos. (O)