El fútbol es, sin duda, el deporte más popular del planeta. Millones vibran apoyando a sus selecciones y clubes. Es un fenómeno social tal vez por ser el deporte más accesible sin importar la clase social. Calles o plazas pueden ser convertidas en una cancha de fútbol donde arcos y balón son fácilmente improvisados. Lamentablemente desde sus inicios este deporte se ha visto empañado por la violencia.

Ecuador no es la excepción, actos violentos relacionados con el fútbol han cobrado incluso vidas humanas. Enfrentamientos entre barras rivales pueden semejar una guerra en la que en el momento de la euforia la masa puede cometer los actos más atroces.

Si bien cada uno debemos ser conscientes de nuestro rol en la reducción de la violencia, al igual que en la política y en los gobiernos, una gran responsabilidad recae en los dirigentes y jugadores, referentes para la gran masa de aficionados.

Al igual que un líder político, los líderes deportivos marcarán la manera en que sus seguidores percibirán a sus rivales deportivos.

Hemos sido testigos de controversias importantes entre dirigentes y jugadores de diferentes clubes. La reflexión no está en el origen de las controversias ni en quién tiene o no la razón, la reflexión debería estar orientada a analizar la manera en que se maneja el conflicto.

No se puede justificar una reacción violenta o irascible argumentando tener razón o defender una causa justa. Reclamar algo justo de una manera equivocada nos hace perder legitimidad. Controlarse a sí mismo es tal vez la virtud más difícil de fomentar. Una virtud muy importante, pues si no logramos controlar nuestras pasiones, resentimientos u odios, otros nos controlarán.

Una de las lecciones más inspiradoras para la humanidad fue dada por Nelson Mandela, el líder negro que, contra toda supuesta lógica humana, luego de haber sufrido injusticias y permanecer casi treinta años en prisión, tuvo la sabiduría de priorizar la conciliación a la venganza y al odio, consciente de que su comportamiento influiría sobre millones y que marcaría la diferencia entre paz y violencia.

Las luchas de Gandhi, Luther King, Mandela, son ejemplos de que la no violencia conduce a una mayor solidaridad por parte de la sociedad hacia una causa que las armas y el odio.

Los verdaderos líderes deben ser capaces de defender lo justo sin dejar por ello de ser ecuánimes, serenos y sabios. Si contamos con este tipo de líderes, tanto en el deporte como en la política, seguramente caminaremos en senderos de menos violencia y más armonía.

Confiemos en ver a dirigentes de equipos contrarios dando ejemplos de confraternidad y respeto. A jugadores, ídolos de muchos niños y jóvenes, asumiendo responsablemente su rol de modelos a seguir.

El fútbol profesional podría aprender mucho del Movimiento de fútbol callejero del que nos ha contado Nelsa Curbelo, donde un equipo gana puntos no solo por goles sino por el respeto al juego limpio y el comportamiento de su hinchada. Un concepto interesante que se orienta a alcanzar objetivos sociales de transformación individual y colectiva, utilizando el fútbol como una estrategia para acompañar procesos de aprendizaje, inclusión social y recuperación de los valores humanos. (O)