A partir de hoy, y después de una etapa de intervención, la Universidad de Guayaquil tiene nuevo rector. Es de esperar que también se inicie una nueva manera de entender el quehacer universitario.

Se ha dicho que en el tiempo de la intervención se atendieron los problemas de adecuación física y de equipamiento, se aumentó el número de maestros con títulos de posgrado y hubo revisión curricular; eso está muy bien, pero el reto es subir el nivel académico de la universidad, lo cual no está garantizado por el número de magísteres y Ph.D. que integren el personal docente.

Falta ver lo que realmente sucede en el aula y la capacidad pedagógica de los docentes para motivar y exigir a los estudiantes y cómo se realiza la investigación que debe enriquecer lo académico. Será necesario también trabajar con los docentes para compartir la política formativa de la universidad, esa que va más allá de lo que textualmente marcan el currículo y el programa y tiene que ver con el tipo de profesional que se quiere formar y la conciencia ética que guiará su trabajo. Y para eso, el testimonio es el mejor de los métodos.

Los centros educativos de sostenida calidad dejan una huella que permite identificar y confiar en sus graduados y esa es la mejor evaluación, la que no está en las estadísticas, ni en los números, pero es la más importante. Ojalá, llegar a eso, sea el nuevo reto de la Universidad de Guayaquil. (O)