Durante el tiempo que he vivido en Estados Unidos he presenciado cuatro elecciones presidenciales. La elección que ganó George W. Bush en el 2000, luego en el 2004 cuando este mismo ganó la reelección, después en el 2008 cuando Barack Obama ganó la Presidencia y en el 2012 cuando Obama fue reelegido. Esta próxima elección del 8 de noviembre de este 2016 será mi quinta elección presidencial en este país. Pero esta vez ha sido completamente diferente a las ocasiones anteriores porque jamás imaginé que presenciaría una campaña electoral con la participación de un candidato tan impresentable como Donald Trump.

La verdad sea dicha, ninguno de los candidatos del partido Republicano eran mucho de mi agrado, pero nunca pensé que Trump llegaría a ser el candidato que representara al partido. Además, no concuerdo en algunas cosas con Hillary Clinton, pero no se puede negar que es una mujer preparada, educada, con experiencia, pero sobre todo es una líder y actúa como tal. Todo lo que puedo decir que Donald Trump no es. Cada vez que he escuchado a Trump (que han sido muchísimas) he sentido vergüenza ajena. La forma en que se ha ido degradando su discurso es nauseabunda. No solo por la división que ha traído entre los norteamericanos, sino por sus complejos, su machismo, su completo irrespeto a las mujeres, su discurso antidemocrático, su ataque a los inmigrantes y su odio a los medios de comunicación, a quienes llama “repugnantes y corruptos”.

Ha sido casi imposible, cuando escuchaba a Trump, no darme cuenta del gran parecido que tiene este con el tesorito ecuatoriano, y por eso –debo confesarles– he sentido miedo solo de imaginar que Trump pueda llegar a la Casa Blanca. Claro que a Trump le sería más difícil, que al tesorito, acabar con la independencia de poderes. El hecho de que muchos de los mismos diputados y senadores republicanos han criticado su comportamiento y algunas de sus propuestas para su plan de gobierno me hace creer que ni ellos mismos permitirán que Trump abuse de su poder, en eso confío. Pero volviendo a la similitud de discurso entre Trump y el tesorito ecuatoriano, vaya que… “coincidencias en Pascuales”. La única gran diferencia que yo encuentro, entre estos dos, es el lenguaje. Uno insulta y miente en inglés y el otro lo hace en español.

Estas elecciones de Estados Unidos definitivamente me hacen pensar también en las que vendrán el 2017 en Ecuador. El reto de los estadounidenses ahora es salvar al país de un ser que puede perjudicarlo enormemente. En Ecuador será algo similar. Si no existe un candidato perfecto, en el momento urgente que se vive hoy, habrá que votar por la mejor opción que nos saque de esa nociva revolución ciudadana. El 19 de febrero del próximo año espero que Ecuador vote, sobre todo, por la libertad. Lo mismo espero en el país norteamericano este 8 de noviembre, que vayamos todos a votar, principalmente, por la democracia. Tal como lo dijo hace poco el presidente Barack Obama: “Nuestro progreso está en la papeleta. ¡La tolerancia, la democracia y la justicia están en la papeleta! ¡Vayan, voten!”. (O)