Así se llama el programa diario de las 10 de la noche del canal de televisión de la Universidad Católica. Me he hecho adepta a él porque la hora fija permite cómoda ubicación en el horario personal y porque a una cinéfila le viene bien un camino estable para incursionar en el pasado cinematográfico.

El Dr. Aquiles Rigaíl Santistevan ha hecho todo un estilo de la conducción del programa con anuncio previo y comentario intermedio de lo que son sus más personales criterios para elegir y opinar sobre una película. Como es de prever no tenemos que estar de acuerdo con él para apreciar o no la cinta que se proyecta. Extrañamos que en la pestaña de anuncio no aparezca el nombre del filme de cada día, porque cuando no se sigue la proyección desde el primer minuto no sabemos qué película estamos viendo. Algunas veces la deduzco porque la he visto en mi juventud (el miércoles, la preciosa Trapecio con Burt Lancaster, Tony Curtis y Gina Lollobrigida) o algo he leído sobre ella. En muchas ocasiones veo una comenzada y al día siguiente debo rastrear en internet alguna pista que me permita dar con el nombre consumido.

Pese a provenir de un público que se acostumbró a la asistencia a la gran sala, al rito semanal de elegir un filme y gozarlo en la oscuridad, ahora consumo cine por televisión sin ninguna crisis. Admito que la emoción primigenia se quedó abortada cuando la gente cambió de actitud, y el respeto y la concentración se volatizaron en pos del comportamiento de horda consumidora que asiste hoy riéndose donde no hay motivo de risa y hablando por teléfono a gritos junto al inocente que solo quiere ver una película. El séptimo arte es arte y ha hecho de su lenguaje materia consustancial de todos los días, para muchos más que el contenido de los libros (para mí, siempre en segundo plano).

Lo cierto es que ahora veo cine casi a diario por el programa del Dr. Rigaíl. A ratos me peleo con él cuando siento que su anuncio se pasó de datos que a mí me corresponde descubrir, pero la mayoría de las veces concuerdo con su opinión evaluadora (la espléndida Nido de víboras me enfrentó a una Olivia de Havilland mucho más allá de la de Lo que el viento se llevó). Solo lo prevengo de que cine antiguo no es lo mismo que “cine clásico” porque los años de un producto no lo convierten en modélico (que es lo mínimo que le pedimos al concepto de clásico) y que una comedia como Operación Cupido es solamente una película ligera de simpática sintonía familiar, esto por poner dos títulos de reciente exhibición.

Desconozco desde cuándo se emite el programa. Creo recordar que hace unos meses tenía una emisión de solamente sábados por la noche. Ahora es diaria. En tiempos en que la televisión pagada se empantana un mes en los mismo títulos, o que las series más disparatadas tratan de atraer la atención del público; en tiempos en que Netflix se está haciendo la ventana más concurrida para el consumo voluntario de imágenes, es un alivio contar con la sorpresa cotidiana que nos entrega el canal de la Universidad Católica.

(O)