La maravillosa estructura del ser humano, el hombre como manifestación de la creación o como máxima expresión de la evolución, cuyo órgano más desarrollado o noble se llama cerebro, está formado por dos hemisferios: derecho e izquierdo, cuya sabia naturaleza sabe qué se necesita de los dos para su funcionamiento y progreso.

El hemisferio derecho controla la parte izquierda del organismo y el hemisferio izquierdo dirige o regula el lado derecho, por lo tanto los dos mantienen un equilibrio. Y es así que cuando se altera o enferma un lado sufre los síntomas el contrario. Interesante esta unidad controlándose mutuamente, sin creerse que un sitio es superior al otro, que el izquierdo es mejor o más humanista que el derecho o lo inverso, existiendo además en el centro vías, núcleos, controles o puentes de comunicación, conjuntamente cada eje o núcleo tiene su autonomía, donde los dos se complementan para un objetivo común, que es una vida plena en desarrollo y armonía.

Es similar en el ámbito social o político, los diferentes grupos identificados como de izquierda, derecha o centro se necesitan recíprocamente para sacar adelante al Estado, postrado por un totalitarismo absorbente, donde se ha perdido la confianza en la institucionalidad, haciéndolo vulnerable al poder. No hay fiscalización sin verdadera separación o equilibrio de poderes, sino un sobrepeso que amenaza con la descomposición impune que conlleva un aparataje injusto, prevalecido además en la publicidad y propaganda que teme perder sus canonjías, como ocurre en algunas sociedades de América y el mundo.

De ahí la necesidad de deponer actitudes personalistas o de grupos y sentarse, analizando la posibilidad de unificar en una sabiduría de gobierno. Sugiero a Cynthia, Paco, Guillermo, Nebot, Ramiro y otros más el abrir puentes de diálogo hallando puntos programáticos de coincidencia y acuerdos que deben existir sin que esto signifique traicionar sus principios, para evitar el naufragio rompiendo esa hegemonía establecida en la Constitución, derrotando al absolutismo destructor de sociedades. (O)

Marcelo Vargas Velasco, médico pediatra, Babahoyo