En el enlace ciudadano Nº 487, el presidente de la República tuvo expresiones que no se encuadran en el desarrollo bananero actual, que explicarían la indolencia oficial hacia él, al manifestar “…el principal factor es la tierra, corta y al barco, qué generación de valor hubo?, muy bajo”, dichos que recuerdan los versos de Andrés Bello en su celebrada oda “Agricultura de la zona tórrida”, 1826, que, al describir poéticamente a la noble planta, decía “…no es a la podadera, no al arado deudor de su racimo, escasa industria bástale, cual puede hurtar a sus fatigas mano esclava; crece veloz, y cuando exhausto acaba, adulta prole en torno le sucede”, es decir, otrora crecía casi silvestre, aun cuando luego su racimo se exportaría como tal. Ahora no es así, desde hace décadas se utilizan cajas prolijamente procesadas, resistentes a largas travesías, fabricadas con avanzada tecnología y gran ocupación de mano de obra.

Producir y exportar banano configura a la más larga y fructífera cadena productiva nacional, desde la siembra, utilizando plantas multiplicadas biotecnológicamente, seguida de labores, apoyadas en programas computarizados, sumando empleo de especializados obreros y técnicos, hombres y mujeres, encargados de potencializar las cualidades intrínsecas de la fruta, con altos rendimientos, garantizando a los compradores una fruta fresca, ajustada a estrictos estándares sanitarios. Es tanta la elaboración, que es posible adherir un código de barras, con la historia productiva y fitosanitaria en cada caja o trazabilidad total, para tranquilidad del exigente consumidor.

La aludida exposición presidencial destacaba el valor agregado del sector industrial, pero minimizó el que tiene el banano, cuando lo añade de dos maneras, que no se oponen; la una, procesándolo hasta obtener puré, deshidratados, harinas, confitados, rodajas u otros, con bajas cifras de exportación, por insuficiente demanda internacional. La otra vía, asumida por algunos empresarios, que gana adeptos, incorporando innovación tecnológica, incremento de productividad, conservación de suelos, eficiencia de riego y drenaje, cálculos de huella de carbono para ajustarse a los mínimos aconsejables, tratamiento de residuos tóxicos, reciclaje de agua, ofreciendo presentaciones orgánicas, avaladas por certificaciones ambientales y sociales, hasta lograr una fruta de óptima calidad, con sello ecuatoriano, que los clientes prefieren.

La distinción del banano ecuatoriano es gracias a esa naturaleza tropical, pero ecuatorial, que exaltaba Andrés Bello, mejorada en el trabajo fecundo de los agricultores, obliga a los líderes estatales y privados a promover sin dilación la consecución de sellos de indicación geográfica o denominación de origen, que formalicen ante el mundo su exclusiva reputación, elemento fundamental y práctico para aumentar su precio y facilitar la selección hacia la mejor opción, por calidad, duración en percha una vez maduro y otros atributos.

Los productos agrícolas, despectiva e impropiamente denominados primarios, agregan valor en todas sus fases, en banano se estima que lo laboral equivale al 50% del costo de la fruta, sin considerar lo que aporta la logística y las actividades conexas, hasta colocar el producto en los buques. Es un generador de valor, de empleo, bienestar y riqueza, para grandes, pequeños y medianos productores, pero reclama derechos y prioridad en las políticas públicas, que estimulen y sustenten su histórico crecimiento. (O)

Es tanta la elaboración, que es posible adherir un código de barras, con la historia productiva y fitosanitaria en cada caja o trazabilidad total, para tranquilidad del exigente consumidor.