El 23 de junio de 1802 fue un día crucial para la humanidad: por fin, después de haber ascendido a varias montañas en Europa y América, Alexander von Humboldt y tres acompañantes escalaban el Chimborazo que, entonces, se creía que era la elevación más alta del planeta. Según el barómetro que llevaban, estaban a 5.917 metros de altitud cuando se encontraron con una inmensa grieta que les impidió seguir subiendo; sin embargo, nadie conocido había llegado tan alto y respirado un aire así de enrarecido. En el ascenso los escaladores fueron midiendo la química y la humedad del aire, la consistencia del suelo, el espesor de la nieve.

En el extraordinario libro La invención de la naturaleza: las aventuras de Alexander von Humboldt, héroe perdido de la ciencia (Barcelona, Taurus, 2016), la historiadora Andrea Wulf insiste en que, al subir al Chimborazo, “Humboldt empezó a ver el mundo de otra manera. Concibió la Tierra como un gran organismo vivo en el que todo estaba relacionado y engendró una nueva visión de la naturaleza que todavía hoy influye en nuestra forma de comprender el mundo natural”. Efectivamente, en el viaje de exploración por América del Sur y México que duró cinco años estudió las plantas y los organismos en función de la situación y del clima en que aquellos se hallaban.

Nadie lo había hecho así antes; para el científico alemán, “la naturaleza era una fuerza global con zonas climáticas correspondientes en todos los continentes”. Humboldt estableció conexiones en todas partes y ni el más mínimo organismo fue comprendido por sí solo, sino dentro de esta armonía que le propiciaba la naturaleza. Ningún botánico sabía tanto de la flora americana como él. Pero Humboldt no solo que observó y anotó el detalle de plantas, animales, insectos, hongos, ríos y nevados, sino que también se interesó por criticar el colonialismo español y sus oprobiosas formas de explotación y esclavismo.

Las ideas ilustradas de Humboldt, que se divulgaron en sus publicaciones, también se referían a la libertad, la separación de poderes, el contrato social del pueblo con sus gobernantes. De esta manera, Humboldt apoyó las revoluciones que buscaban separarse del dominio español. Simón Bolívar actuó influido por Humboldt a tal punto que el Libertador utilizó imágenes extraídas del mundo natural para explicar sus convicciones políticas, casi todo tomado de los escritos de Humboldt; ambos se habían conocido en 1805 en Europa. Bolívar decía que su ejército era pequeño, pero que estaba equipado con los mapas de Humboldt.

Después de ver los efectos negativos de las plantaciones coloniales en el lago Valencia en Venezuela, “Humboldt fue el primer científico que habló del nocivo cambio climático provocado por el ser humano”, afirma Wulf. Al constatar que los bosques se destruían y que los manantiales se secaban, advirtió que los humanos interferíamos en el clima y vaticinó las consecuencias fatales que esa acción podía tener en las futuras generaciones. El colonialismo fue visto por Humboldt como algo desastroso para la gente y también para el medio ambiente, porque la naturaleza, la política y la sociedad forman una red de conexiones en la que una influye en la otra. (O)