Él se crió en una familia guayaquileña de clase media, educada, digna, pero de recursos económicos escasos. Para cuando entró a la secundaria los triunviros reemplazaban al gobierno del general Rodríguez Lara.

Fueron tiempos difíciles para la prensa nacional. Periodistas fueron arrestados, pero no hubo persecución sistemática. La represión nunca alcanzó los niveles del Cono Sur, ni de lejos. Para cuando Rafael llega a los 16, retornaba la democracia.

Los 10 años siguientes, en que cursa los últimos años de la secundaria y los estudios de economía en la Católica, antes de ausentarse, le toca familiarizarse con una prensa vibrante, investigadora, a veces seria, otras irresponsable, con pocos medios gobiernistas, la mayoría antigobiernista, pero que en su conjunto mantenía a los gobernantes de turno en jaque. Los denuestos de los políticos opositores recibían gran cobertura. Hurtado y Febres-Cordero, quienes gobernaron durante estos años, podían tildar a la prensa de opositora. Una prensa libre y casi exclusivamente privada, como la fue hasta muy poco.

Ella viene de un hogar de clase media acomodada de Belo Horizonte. Terminaba la secundaria cuando en Brasil se instaura un régimen militar implacable. Durante 22 años se suceden varios generales en el poder. En cuanto a la represión, el régimen es similar al de los militares argentinos y Pinochet en Chile.

La prensa, amordazada. De quienes se sospecha tienen simpatías izquierdizantes, aunque no sean militantes o peor activistas, corren el peligro de desaparecer.

La joven de clase media acomodada se torna guerrillera. Sufrió prisión por tres años y fue torturada. Cuando se volvió famosa circuló su foto tomada de joven para el récord policial.

Dilma también es economista. Aunque mayor que Rafael por 16 años, llega después que él al poder.

Ambos han manifestado estos días con claridad su posición hacia la prensa.

Por lo visto al joven guayaquileño de mediados de los setenta a mediados de los ochenta le chocó esa prensa confrontadora que conoció. En el poder, ha perseguido a los medios independientes y los tilda de mercantilistas. En noviembre 10, al oficializar su nueva candidatura ratifica que en su nuevo periodo “radicalizará algunas cosas, entre ellas, la lucha contra la prensa corrupta”.

Por corrupta léase no oficialista. El cerco se estrecha más sobre lo que queda de prensa libre y con ello, el derecho a conocer algo distinto a la historia oficial.

En noviembre 13, se realiza una cumbre anticorrupción en Brasilia. Justo cuando el predecesor de Dilma como mano derecha del presidente Lula es sentenciado a diez años de prisión, sin que Dilma se presente en los tribunales para declararlo inocente.

En la cumbre, Dilma observó que quienes “sufrieron en su piel las consecuencias de las dictaduras” saben mejor que nadie “la importancia de la libertad de prensa… Incluso cuando puedan existir exageraciones, que existen en la información, es siempre preferible el ruido de la prensa al ruido de tumba de las dictaduras”.

Con tres presidentes democráticos sucesivos, respetuosos de la seguridad jurídica y de los derechos de la sociedad civil, hoy Brasil es admitido al exclusivo círculo de países que determinan el curso del ordenamiento mundial.