Fue un 15 de diciembre de 1995 cuando el entonces presidente Sixto Durán-Ballén inauguró la represa La Esperanza, edificada en la cabecera del río Carrizal, en la parroquia Quiroga, cantón Bolívar (Manabí). A casi 17 años de haber entrado a funcionar para, entre otras cosas, evitar las inundaciones en la cuenca del Carrizal, la presa se ha vuelto una pesadilla, pues mantiene anegada por siete días a Calceta, que tiene 40 mil habitantes, y otras localidades (con unos 10 mil habitantes), así como cultivos y pastizales.

“Toca estar alerta y dormir con los ojos abiertos”, manifiesta Dolores Cedeño, habitante del sector Las Mercedes, de Calceta, donde el agua está a medio metro de altura.

La represa, proyectada para satisfacer las necesidades de agua para agricultura y consumo humano y que beneficiaría a 400 mil manabitas, se ha vuelto ahora en la causante de pérdidas económicas incuantificadas. Almacena unos 450 millones de metros cúbicos, en un embalse de 2.500 hectáreas y está interconectada por un sistema de trasvases con las presas Daule-Peripa y Poza Honda, que también están cerca del límite de su capacidad.

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El lunes la represa llegó a su nivel más alto, producto del almacenamiento de gran cantidad de aguas lluvias y la apertura de sus compuertas provocó el desbordamiento del río Carrizal. Los técnicos mantienen abiertas tres compuertas, dijo ayer Antonio Zambrano, secretario del COE cantonal de Bolívar. El lunes y martes hubo la necesidad de evacuar hasta 240 m³ por segundo y ayer, “gracias a Dios, estaba en 170 m³ y el nivel ha bajado 1,25 metros”, según Zambrano.

Ese desfogue hace que Calceta siga inundada desde el viernes y podría seguir así varios días más, manifestó Ramón González, alcalde de Bolívar. Ayer, el nivel del agua en los barrios había bajado en unos 50 centímetros en el sector de San Felipe. Sin embargo, el temor de la población seguía latente. El 50% de esta ciudad todavía continuaba inundada y, ayer, el COE local decidió prohibir la venta de bebidas alcohólicas por cuatro días y el trasteo de casas por las noches.

El problema se agudiza también en la zona rural, ya que el 80% de la red vial se encuentra destruido por deslizamientos y cuarteaduras en las vías, según informes del Municipio.

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“¿La represa está a punto de colapsar? ¿Por qué se está evacuando más agua de la que recibe?”, se preguntó ayer el ecologista y dirigente comunitario manabita Boris Zambrano, quien cuestionó que las autoridades y técnicos, supuestamente, no digan la verdad.

Recordó que hace dos semanas, la gobernadora Susana Dueñas dijo que se estaban evacuando de La Esperanza 100 m³ por segundo y que el manejo de esta es técnico. Pero esta semana llegaron a evacuarse 240 mil. Zambrano indicó que no es posible que los ríos Barro, Cañas y Carrizal (que alimentan la presa) aporten simultáneamente con tanto caudal.

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Señaló, además, la existencia de un correo en el que hace meses se refería a que La Esperanza tendría problemas de filtración. Pero las autoridades descartaron alguna contingencia de esta naturaleza.

Wilson Mendoza, delegado de Senagua en Manabí, afirmó a inicios de semana que la infraestructura de las presas (Poza Honda y La Esperanza) estaba garantizada y no existía ningún problema. Por ahora Calceta deberá seguir inundada, según estimaron los técnicos y el alcalde González.