El sábado 10 de marzo en EL UNIVERSO, el economista Pablo Lucio Paredes publicó el artículo de opinión titulado ‘Negociar con Europa’, el cual contiene afirmaciones sesgadas, probablemente inadvertidas pero coincidentes con las expectativas del autor, y que pueden producir una información distorsionada en el público lector.

Afirma el economista: “Decidimos que las ventajas... eran inferiores a las desventajas...”, refiriéndose a una supuesta decisión ecuatoriana de descartar el TLC. La información está completamente errada. Al asumir la Presidencia de la República dije que no seguiría la proclama del gobierno anterior: “el TLC va porque va”, ni tampoco la consigna política de la época de “no al TLC”. Dije que mi gobierno estaría abierto para negociar con todos los países de la Tierra en condiciones de soberanía, dignidad y respeto mutuo. Señalé que las mesas de discusión eran la ventana precisa para exponer ante el mundo injusticias flagrantes de cualquier negociación. Designé jefe de la delegación ecuatoriana al propio ministro de Comercio Exterior, e impartí instrucciones de negociar con firmeza los temas de propiedad intelectual en medicamentos, y de agricultura; que al economista Paredes le parecen superficiales, y que la administración Bush venía negándose a negociar. El sistema de propiedad intelectual encarecía desproporcionalmente la atención de la salud y -más grave aún- pretendía patentar la vida contra disposiciones expresas de los ADPIC, y de la Declaración de Doha, que dicha administración se negaba a firmar.

El tema agrícola tiene aspectos múltiples, pero la cuestión arrocera es un ejemplo emblemático del abuso intentado. Ecuador es un país exportador de arroz, por lo tanto, su presidente no podía aceptar la cuota obligatoria de importar arroz subvencionado desde Estados Unidos. Colombia, país importador de arroz, había aceptado la cuota de importación del arroz norteamericano porque no lo perjudicaba. Sin embargo, al aceptar esa cuota del TLC, Colombia ponía en riesgo el arroz ecuatoriano exportado hacia su país, situación –entre muchas otras– que fue extensamente discutida en las numerosas reuniones bilaterales que mantuve con el presidente Uribe, quien se comprometió, y cumplió, a mantener la importación del arroz ecuatoriano.

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Nuestra delegación estuvo presente en todas las mesas de discusión, totalmente abierta a la agenda de la delegación de la administración Bush. Sin embargo, los integrantes de esta última evitaban siquiera discutir nuestros argumentos, lo cual me obligó a planteárselo directamente al presidente Bush en una cumbre de presidentes en Argentina. Él dijo desconocer el problema y que lo resolvería. Coincidente con la última ronda de discusión del TLC en la mesa de Washington, tuve que tomar decisiones nacionales en materia petrolera. La delegación Bush decidió abandonar la mesa. Telefónicamente instruí a nuestra delegación no levantarse de la mesa “hasta que les apaguen las luces”.

Queda claro entonces que fue la administración Bush– y no la nuestra– quien decidió terminar las discusiones respecto del TLC, probablemente por el tema propiedad intelectual más que por nuestras imprescindibles medidas petroleras. Juicios acerca de las ventajas o desventajas de ese tratado bilateral, corresponden al pueblo del Ecuador y a la historia. Pero, uno y otro, demandan una información veraz y libre de todo sesgo personal o de grupo. Con ese nivel de discusión probablemente sea innecesario recurrir a la metáfora del tren que viene embalado para salvarnos o para arrollarnos. En cuanto a que “cada año rogamos para que se extiendan las ventajas temporales del ATPDEA”, como lo afirma el economista Paredes, debo enfatizar que el ATPDEA es la retribución norteamericana a los costosos esfuerzos nacionales en la lucha antidrogas. No es una dádiva, es una forma de incentivar los cultivos lícitos sobre los ilícitos. Ese es el nivel de la discusión. Nadie en este país tiene que rogarle a nadie. Un TLC con Europa es bienvenido con todas sus posibilidades intelectuales de una discusión abierta y con el país unido como un puño. En el 2006 afrontamos y resolvimos un serio dilema. Por una parte, la Unión Europea exige negociar con la CAN en bloque y no con las naciones andinas individualmente; y por otra, el presidente Chávez se salía (denunció) de la CAN. En Viena, Ecuador –presidente y canciller– consiguió que la salida de Venezuela cause a la CAN menor daño que el previsto, que la UE negocie con las cuatro naciones restantes; y que el presidente Evo Morales acepte la presidencia de la CAN, como le correspondía, y que posteriormente asuma el liderazgo en la siguiente reunión de la CAN organizada por nosotros en Quito.

Alfredo Palacio,
doctor, expresidente del Ecuador, Guayaquil