Amanecía cuando Verónica Quiñónez se colocó ayer en la fila con la esperanza de tratarse una hernia que le abulta el estómago desde hace tres años. Su dolencia apareció luego de que nació su primogénita.

La mujer, de 23 de años, llegó junto a su madre desde su casa situada en la isla Trinitaria, sur de la ciudad, a la explanada del estadio Modelo Alberto Spencer Herrera de Guayaquil donde, desde el lunes pasado, se instaló uno de los dos hospitales móviles que compró el Gobierno a un costo de $ 35’100.000 (el otro llegará en agosto).

Su padecimiento en hospitales del gobierno empezó en el Abel Gilbert, en el suroeste de la ciudad, donde le programaban pruebas de rayos X hasta dentro de tres meses, según su progenitora, Sandra Hurtado.

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“La cambié al hospital Vernaza donde ya he gastado mucha plata ($ 150) pero hasta ahora no me solucionan”, agrega Hurtado, mientras arruga su frente y menciona que necesita unos $ 220 para la operación en este último centro.

Ambas hacían la fila cuando la falta de información generó reclamos de decenas de pacientes, quiénes pugnaban por recibir atención tras permanecer unas cinco horas en la columna desde las 03:00 de ayer como Jaime Albán y Reina García.

Albán, de 61 años, también tiene carpeta en el Abel Gilbert, donde dice no le solucionaron su problema de la próstata. “Resulta que llego y me encuentro con que la atención es hasta peor porque nos tienen haciendo fila a la intemperie y ni siquiera nos examinan”, añade.

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A García la aquejan en cambio dos enfermedades aún inciertas para ella: una tumoración en su seno izquierdo y un problema en sus riñones. “Me voy decepcionada, me atenderé por no madrugar por gusto”, menciona.

En tanto, el uso de mobiliario y la derivación de médicos que atienden en otros hospitales públicos de la ciudad, se observa a cada paso al interior de la unidad móvil, donde especialistas como la pediatra Janeth Castro, del Abel Gilbert, recetaba a una paciente sobre una camilla ante la falta de un escritorio adecuado.

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La expectativa por la promoción propiciada por el Gobierno hizo rebasar la demanda de este nuevo servicio en el que se tenía previsto atender a unas 200 personas diarias, pero la cirujana Pilar Álvarez (también del Abel Gilbert) menciona que solo el día de la apertura llegaron unas 1.800 personas.

Álvarez, coordinadora del lugar, afirma que dentro de tres semanas, el hospital móvil se instalará de forma fija a la altura del kilometro 8½ de la vía a Daule, en el norte de la ciudad. “Se está contratando nuevo personal para que se quede en esa plaza”, refiere, tras explicar que las instalaciones movibles tienen capacidad para realizar cirugías de mediana y baja complejidad como pacientes con hernias umbilicales, hemorroides y ligaduras. “Operaciones que se hacen en la mañana y se les puede dar de alta en la tarde”, agrega.

A los 29 médicos (de los cuales 15 son especialistas en cirugía general y pediátrica, medicina general y ginecología), enfermeras y personal de servicio derivados al hospital móvil, se unen unos veinte que atienden bajo carpas en los alrededores.

El hospital de niños Francisco de Ycaza Bustamante prestó un pediatra, un cirujano, un anestesiólogo y una enfermera, según su directora médica, Patricia Parrales.

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Mientras que el director médico del Abel Gilbert, José Marazita, indica que con la ayuda del hospital móvil se descongestionarían unas 1.500 operaciones represadas, solo en este centro, donde los pacientes esperan hasta un año para entrar al quirófano.

“Llegué con la esperanza de operarme sin aún lograrlo”, enfatizó Quiñónez, antes de retirarse de la explanada.