Los padres de José Luis Chata Hinojosa, de 13 años, viven un calvario por los gastos que demanda la enfermedad del menor, asilado en el Hospital Docente Ambato. Ellos reniegan porque no se han beneficiado de la atención y medicina gratuita que, según la Constitución, debe brindarse en las casas de salud estatales. Hasta ayer, los progenitores llevaban acumulados $ 6.000 en gastos, que significan deudas. Esta situación se presenta cuando en el país rige una emergencia hospitalaria, dos veces renovada, que en algunos casos ha significado mejor atención.

La historia de preocupación comenzó el 9 de mayo pasado, cuando Ramiro Chata y su esposa, Judith Hinojosa, llevaron a su hijo al hospital Alfredo Noboa, de Guaranda, por un golpe en la rodilla izquierda mientras jugaba fútbol. Allí, luego de ponerle una inyección y recetarle unas pastillas, lo enviaron a casa, en la comunidad Chalongoto, de Guanujo (Bolívar).

La rodilla no sanó. El 14 de mayo regresaron y los médicos –asegura Chata– les dijeron que debía ser trasladado a otra casa asistencial, que allí no podían atenderlo. La familia averiguó en Quito y Guayaquil, pero no consiguió cupo. El destino fue el Hospital Docente Ambato, adonde ingresó el 16 de mayo. “Apenas llegamos, los médicos nos dijeron que nuestro hijo estaba bastante mal y si queríamos que se recuperara debíamos colaborar con recetas y exámenes. Le ingresaron a terapia intensiva”, afirma Chata, quien indica que le dijeron que el pus del golpe se regó por el resto del cuerpo y afectó los riñones, hígado y pulmones.

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Dice que si bien la atención en el hospital ha sido buena, pues en 18 días su hijo tuvo tres operaciones y salió de terapia intensiva a pediatría, considera que “es mentira del Gobierno que la atención es gratuita”. Debió hacerle exámenes en clínicas particulares y en el hospital Millenium, y adquirir recetas en las farmacias privadas.

“Solo el primer día que llegamos a Ambato gasté los $ 500 de suplido (anticipo) que pedí en el trabajo (chofer en la constructora que cambia tuberías en Guaranda). Todo se fue en exámenes y medicinas; de ahí en adelante todos los días fueron recetas y pedidos para comprar afuera. En la farmacia del hospital solo daban dos o tres de una lista inmensa”, dice.

Chata asegura que en el hospital público solo se hacían los exámenes de orina, pero los de sangre, patología sobre el pus, gasometría y las pintas de sangre tuvieron que hacerlos afuera. Redondea los gastos realizados hasta la fecha en $ 6.000. “Pero como somos pobres tuvimos que fiar entre amigos y familiares, quienes viendo cómo estaba mi hijo no nos negaron; pero lo importante es que está mejor”, argumenta. Pero hay que pagar y no sabe cómo.

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El director del hospital Ambato, Franklin Escobar, reconoce que el abastecimiento de medicinas no es al 100%. “Al momento es del 75% y el saldo corresponde a proveedores que ganan los concursos, pero no lo entregan o se retardan en hacerlo”, indica. Agrega que se presentó un desfase porque desde el año anterior la farmacia no contaba con el responsable, lo que hizo que se retrasara el proceso de adquisición, que afectó la compra de reactivos químicos para los exámenes de laboratorio. Sobre el caso de José Luis Chata, afirma que por el desfase en el laboratorio no pudieron realizar los exámenes.