Desde hace catorce años la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebra al primer martes de mayo como el Día Mundial del Asma. Tal fecha sirve para recordar a las autoridades y a la población en general que subsiste y prolifera esta enfermedad, el asma, que afecta a una alta proporción de los habitantes del mundo (¡se calcula que a más de 150 millones de personas!). A pesar de tantos y tan admirables progresos de la medicina durante la última década, el asma sigue siendo una enfermedad de difícil tratamiento, generalmente de larga duración y apreciable mortalidad. Los conocimientos actuales sobre las causas de esta enfermedad, los agentes desencadenantes de sus síntomas y otros factores, han permitido a los médicos adoptar apropiados procedimientos preventivos, así como tratamientos medicamentosos paliativos. Más del 50% de los casos tienen como condición predisponente la naturaleza genética del paciente, vale decir que el paciente hereda la predisposición. Entre sus antepasados hubo una o más personas que adolecieron de asma u otra enfermedad alérgica. Sobre esa base genética, hay factores externos que, al menos en parte, son susceptibles de prevenirse.

El cuadro clínico-patológico, que se caracteriza por una angustiosa dificultad respiratoria, predominantemente se debe a una inflamación de los bronquios. Tiempo atrás se creía que la causa de la asfixia era una contracción espasmódica bronquial. En la actualidad y merced a las minuciosas técnicas de investigación, se ha establecido que la inflamación se produce por una reacción alérgica, con liberación de ciertas substancias químicas.

Entre los factores externos que condicionan o desencadenan el asma, están los contaminantes del aire, como el polvo y ciertos ácaros, los pólenes de determinadas plantas, (entre nosotros, los pólenes de las gramíneas), variados compuestos químicos contenidos en el humo en general y más aún en el humo del cigarrillo, insecticidas, polvos o gases que se producen en ambientes laborales y otros. Los agentes inhalados, que día a día proliferan por la contaminación medioambiental, son los causantes del incremento de asma que se produce en el mundo. Para peor, esta afección ha aumentado sobremanera entre los niños, aun de meses de edad. También ciertos alimentos (especialmente aquellos ricos en proteínas) y ciertos medicamentos son capaces de ocasionar la reacción asmática.

El tratamiento sintomático consiste en la administración, y mejor si es por vía inhalatoria, de antiinflamatorios como los corticoides, solos o acompañados de un broncodilatador. Este tratamiento tiene efectos temporales y el paciente debe continuarlo por un número indefinido de años. Por otra parte, el tratamiento etiológico consiste en vacunas contra los causantes específicos: polvo, ácaros, pólenes u otros; para ello es indispensable realizar las correspondientes pruebas de sensibilidad que permitan descubrir el o los agentes causales. Este tratamiento otorga protección por al menos un año, después del cual hay que repetirlo por dos o tres años adicionales.

Por lo demás, en este campo de las patologías es recomendable aquel aforismo de que “es preferible prevenir que curar”.