Son animales amenazados o en peligro de extinción, protegidos por leyes, decretos, planes o programas; pero para quienes los buscan como mascota o adorno, conseguirlos no es difícil. En las calles o mercados del país la oferta está a la vista de todos. “Veinticinco dólares el lorito; si quiere la parejita, le dejo en 35 los dos”, dice un hombre mientras despliega las alas con un amarillo y azul intenso de la pequeña lora guacamaya de tres meses de edad.

El hombre, que también vende una tortuga en $ 8, se pasea libremente por la calle Eloy Alfaro, en el sector de la Bahía, en el centro de Guayaquil, donde hay puestos de venta de mascotas. En algunos de ellos también se ofrecen animales silvestres protegidos. “Hoy me trajeron una lora payasa en $ 140 y ayer (martes pasado) vino un hombre con un mono; no le compré porque pedía $ 90”, comenta el dueño de uno de los locales.

En las calles, esa actividad ilegal transcurre con normalidad, pese a que el Código Penal establece sanciones de uno a tres años de prisión para el que cace, capture o comercialice especies de flora y fauna protegidas.

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También la Ley Forestal, en su artículo 80, castiga a quien comercialice productos forestales, animales vivos... sin la respectiva autorización, con una multa de quinientos a mil salarios mínimos vitales generales. La protección también la sella la Constitución del 2008 en el capítulo de los Derechos de la Naturaleza.

Pero las sanciones no asustan y el negocio de especies también se propaga en sitios de internet. “Lindo y adorable mono capuchino”, precio $ 200. “Monos, macho y hembra $ 400”. Exhibidos con un pañal entre las patas, monos bebés se venden en sitios como www.locomproylovendo.com y www.portaldeavisos.com. No solo monos. “Boas constrictor bebés, 27 disponibles, $ 150 cada una. Guayas”, refiere el sitio www.mercadolibre.com. Tortugas, loras guacamayas, papagayos, huevos de loros y papagayos... las ofertas son múltiples.

Guayaquil, Quito, Cuenca, Loja, Machala, Guaranda, Pastaza, entre otras, son las ciudades con más ofertas en la web.

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Investigaciones en la Fiscalía de Guayaquil refieren que en el tráfico de especies de Ecuador también están operando redes internacionales.

Cifras de la Unidad de la Policía de Ambiente revelan que entre el 2007 y el 2010 se registraron 6.827 animales retenidos por tráfico de especies; de ese periodo, el 2009 aparece con el mayor número: 1.900. Mientras, entre enero y abril de este año ya suman 570 ejemplares.

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En las unidades de la Policía de Ambiente, a cargo del control, se indica que se trabaja “en la medida de las posibilidades”. La tarea se complica por la escasa o casi nula logística, falta de personal y presupuesto. A ello se suman otras funciones que debe cumplir, que según el reglamento orgánico funcional incluyen 15 áreas; se añaden los operativos antidelincuenciales, por feriados o partidos de fútbol a los que deben acudir cuando son llamados

Por ello algunas acciones de control ya no se realizan, refiere un policía de Guayaquil que prefiere la reserva, quien agrega que cuando se pidió más personal operativo les enviaron dos secretarias.

En la unidad policial de la provincia de Orellana, Álex Isa, a cargo de la oficina, expone que con ocho policías asignados resulta “imposible”, controlar el tráfico de especies.

En efecto, el problema es más preocupante en las provincias de la Costa y el Oriente, de donde provienen el 50% de las especies traficadas, según un estudio de la Dirección Nacional de Biodiversidad del Ministerio del Ambiente (MAE) realizado en el 2008 sobre la situación del tráfico ilegal de la vida silvestre.

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Según ese estudio, las áreas protegidas, reservas privadas y zonas boscosas cercanas a poblaciones son los puntos de extracción de las especies silvestres traficadas, de las cuales el 65% están amenazadas.

Tras el rescate de la fauna traficada surge otro problema. Los policías ambientales de algunas unidades no hallan espacio en los centros de rescate porque están saturados. “A veces los animales (monos, boas o tortugas) se han quedado encerrados en la oficina en la noche y el compañero guardia ha tenido que alimentarlo con algún guineo o pan”, dice un policía.

En los centros de rescate, casi todos por iniciativas privadas, el principal problema es la falta de financiamiento. Algunos de ellos, como el de Santa Martha, en Quito, que se vio obligado a cerrar en el 2010, pese a haber pedido ayuda al Ministerio del Ambiente; u otros como el Teresa Clark, en Cuenca, también por falta de dinero, ya no recibe animales y busca trasladar a otros centros a los que quedan, entre ellos osos de anteojos.

Un informe sobre la Situación de los Centros de Rescate de Vida Silvestre, del MAE, realizado en el 2008, concluyó, entre otros puntos, que el 90% de las unidades de manejo de vida silvestre, entre ellas centros de rescate y zoológicos, no cuentan con recursos económicos suficientes, y que el 90% no cumple con la infraestructura necesaria para dar un manejo técnico con mecanismos para garantizar el bienestar de los animales en cautiverio.