EFE
.- Se dejan enterrar vivos y pagan cerca de 140 euros para permanecer hasta 40 minutos bajo tierra. La terapia de enterramiento, como se conoce en Rusia, ayuda a controlar el estrés y superar los miedos más profundos.
 
Bajo tierra, a 30 centímetros de profundidad, los voluntarios se encierran con sus traumas y tratan de no entrar en pánico.

Superada la prueba, según aquellos que lo cuentan, están listos para tomar el control de sus agitadas vivas.

Pavel Gordeyev, que permaneció enterrado 20 minutos, reconoce que se está mejor al sol que bajo tierra, pero controlar la ansiedad que le produjo estar enterrado vivo le ayudará a manejar mejor la presión de su vida diaria.

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"Lo primero que experimentas es pánico. Cuando sientes la cara cubierta por la tierra y la sientes en tu boca te preguntas qué demonios haces ahí abajo, pero cuando consigues calmarte, reconozco que no hay un lugar mejor", declaró.

Quienes promueven los enterramientos, desde Territorio de Iluminación, revelan que estas técnicas ya eran usadas en la antigüedad por los chamanes o sacerdotes iniciados.

Los terapeutas esperan hacer estos enterramientos más accesibles, en la creencia de que pueden beneficiar a más personas.

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Según Konstantin Mukhin, entrenador de Territorio de Iluminación, "este es el más eficaz y poderoso método para superar problemas personales. Uno no se puede mover, ni ver ni oír nado. Su única alternativa es indagar dentro de la mente".

En un día de entrenamiento, los interesados reciben instrucciones para enfrentar la prueba y acabar con sus problemas.

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Andrei Gorbov, director de Territorio de Iluminación, precisa que "las condiciones que desatan el pánico pueden estar en el subconsciente, son incontrolables y hay diferentes maneras de enfrentarlas: trabajar con imágenes mentales, el ritmo de respiración. Existen muchos métodos de control para cada persona y nosotros se los enseñamos", dijo.

Los enterramientos no duran más de 40 minutos; superado ese tiempo la mente se enfrenta a carencias por falta de movimiento y no se cava más de 30 centímetros para que la presión que resiste el cuerpo no sea muy grande.

Bajo la tierra, se respira a través de un tubo de goma que sale a la superficie, donde los expertos monitores supervisan todo el proceso que, alertan, no debe hacerse nunca en solitario.