EFE
PEKIN.- Manos con guantes inmaculados sostienen las urnas biodegradables que devolverán a los difuntos a su origen para cumplir el dicho del sabio chino Confucio: "El hombre viene de la tierra y descansa cuando regresa a la tierra".

Con paso decidido, coordinado, mirada y gesto respetuoso, trece parejas de operarios fúnebres enterraron con sus propias manos en un cementerio de la provincia norteña de Tianjin 251 urnas ovales y sumergieron en el agua 30 con forma de flor de loto.

El secreto de estos contenedores, fabricados con arena y proteínas naturales, es que no ocupan espacio, no contaminan y no es necesario talar árboles para fabricarlos, ya que son biodegradables, es decir, los que se entierran se desintegran a los seis o nueve meses y los que se sumergen en 45 minutos o una hora.

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La ceremonia masiva, o "entierro colectivo", como la denominan los creadores de esta idea, los españoles Xavier Miquel y Tutti de Cominges, organizada en Tiajin, es la cuarta que celebra este cementerio, Yongan, desde que contrataron los servicios de la empresa que dirigen, Shengtai (Beijing Ecosistem Tech-Commercial).

Miquel, el presidente de Shengtai, y De Cominges, directora general para Asia, venden urnas biodegradables desde hace tres años en China, donde está prohibido enterrar de cuerpo entero a los difuntos desde 1991.

Así, el Gobierno chino obliga a los familiares a incinerarlos, asumiendo los costes de la cremación, para después dejarlos descansar en columbarios por 20 años o enterrarlos por unos 10.000 yuanes ( 1.475 dólares, 1.146 euros).

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Esta prohibición nace como medida para combatir los problemas que surgen en el país asiático con 10 millones de muertes anuales: la falta de espacio en los cementerios, la contaminación y la deforestación que provoca la producción de ataúdes de madera.

El concepto que quiere expandir Shengtai en China es totalmente revolucionario, ya que a los chinos, tal y como señaló De Cominges a Efe, les "espanta" el concepto biodegradable porque la tradición es venerar a sus difuntos y si se mezclan con la tierra o el agua, dejarán de existir físicamente.

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Los familiares conservan las cenizas en columbarios porque no tienen dinero para enterrarlos o porque en el caso de la defunción del miembro de un matrimonio, por ejemplo, el que queda vivo espera a morirse para ser enterrados juntos.

El esposo de Pan Xhu Xian, de 76 años, que falleció el pasado 8 de julio, descansaba en una urna biodegradable porque, según explicó a EFE, su marido se lo pidió.

Las 281 cenizas procedían de diferentes columbarios de la localidad de Peicheng, cuyos propietarios se decidieron a enterrar a sus difuntos aprovechando que el cementerio de Yongan les ofrecía gratis la ceremonia y las urnas biodegradables como promoción.

Shengtai ya trabaja en 15 provincias chinas gracias al respaldo que le ofrecen las autoridades locales, unas de las principales beneficiadas de este proyecto ecológico.

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La idea de Shengtai, con fábrica en Yixing, una ciudad de la provincia de Jiangsu (este), se gestó hace 13 años, y desde 2008 comercia en China, con una venta de 10.000 urnas en este periodo, y también en Europa, con un mínimo de 25.000 unidades al año.

Los cementerios y empresas funerarias de Estados Unidos también son un público objetivo, donde comenzaron a operar este año con una venta mínima de 20.000 unidades.

El precio oscila entre los 200 y los 500 yuanes (22 y 57 euros) y hay cementerios como el de Nanjing, también ciudad de Jiangsu, el primero que contrató los servicios de Shangti, que ofrecen por 999 yuanes (114 euros) la urna más la ceremonia de entierro.

Las familias de los difuntos podrán seguir rindiéndoles culto a través de las pantallas y muros de mensajes personalizados y fotos, entre otras ideas, que los cementerios de Tianjin y Nanjing pondrán en marcha para honrar a los que regresaron definitivamente a su origen.